[dropcap]R[/dropcap]epública Dominicana es una nación eminentemente joven. De acuerdo al último Censo de Población y Vivienda (2010), un 27.5% de la población tiene menos de 15 años de edad, al tiempo que un 62% se encuentra entre los 15 y los 64 años de edad.
En especial la primera estadística indica que el voto joven, la preferencia de las nuevas generaciones, continuará siendo determinante en la definición del panorama electoral dominicano y, de igual forma, en la composición de una sociedad más competitiva, en adición a un mayor nivel de organización, con fines de alcanzar niveles de excelencia, con un alto nivel de vida por medio de la sabia inversión del capital intelectual, el capital tecnológico y el capital financiero.
Dicha sociedad, en donde el orden público asegurado por el Estado permite el libre desempeño del talento en provecho de la prosperidad y el bien común, debe construirse no sólo en las urnas, cada cuatro años, a la hora de marcar en una boleta al candidato que representa nuestra aspiración de un país mejor. Sino también en las aulas a todos los niveles, en las reuniones de amigos de todas las edades y en los conglomerados de profesionales de todos los órdenes.
El debate coherente y sensato tiene que estar presente en cada lugar de República Dominicana, sin importar el ámbito correspondiente al grupo que se reúne, en adición a manifestarse en todos los momentos, sin importar qué tan cerca se encuentre el próximo certamen electoral.
Las nuevas estrategias de desarrollo de una generación que emerge, sumadas a la experiencia y sentido de la historia de los hombres y mujeres de mayor consagración profesional de nuestra nación, tienen la vocación de otorgar como resultado el país para el que todos trabajamos desde el fondo de nuestros nobles deseos.
Es esa cultura de debate sensato enraizada en la sociedad, y no los vaivenes de los ciclos de preferencias políticas, la que puede concertar acuerdos trascendentales para proteger con ahínco los intereses nacionales, como la competitividad de las exportaciones y la soberanía; también alcanzar nuestros objetivos como país, tales como una mejor educación y que cada padre y madre de familia emplee sus mejores esfuerzos en un empleo digno, se encuentre ese empleo en el centro de la metrópoli o en las líneas fronterizas.
Otros objetivos nacionales, como mejorar los servicios de salud, proveer de servicios de seguridad ciudadana estables, fortalecer las instituciones llamadas a edificar la seguridad jurídica fundamental para nuestros inversionistas y colocar a República Dominicana como una marca país cuyo equivalente sean la calidad de sus productos y la efectividad de sus personas, se obtienen con la integración sin obstáculos institucionales a los procesos de búsqueda del poder de esa nueva generación que ya, como las estadísticas oficiales señalan, engrosan la demografía nacional.
Así las cosas, una mayor participación de representantes de lo mejor de una nueva generación de jóvenes dominicanos orientados hacia el desarrollo y un creciente hábito de discutir las mejores ideas que conducen a esta aspiración nacional, van de la mano de una forma difícil de disolver.
Es el debate sensato, coherente y también libre, el vehículo idóneo para que la ciudadanía construya una mejor patria, un Estado más inclusivo y un país más competitivo, por encima de las prácticas de la politiquería, donde los candidatos electorales sean intérpretes del bien común, antes que artífices de intereses propios.
Una nueva ciudadanía, hiperconectada e hipercomunicada, que se entretiene por Internet, ha estudiado en el extranjero y se mantiene al día del acontecer mundial, va a exigir de sus líderes más que promesas vacías o eslóganes de campaña bien elaborados; esperarán planes concretos de creación de empleos de calidad, oportunidades de crecimiento y, ante todo, representatividad, es decir, que sus autoridades sean el reflejo de sus esperanzas y nobles deseos de superación.
Pero todo esto nace en la libre discusión de las mejores ideas. Para esto, esa generación que ha crecido con capacidades para comunicarse por medio de la Web 2.0, esperan que sus líderes actuales moderen con el ejemplo y presenten por medio de un buen articulado y organizado debate entre los principales contendores del certamen electoral que se avecina.
Los votantes que crecieron al mismo ritmo de la Era de la Información no se impresionarán más con el despliegue habitual de eficientes maquinarias electorales. Un debate real, donde ambos proponentes se expongan, demostraría a esta nueva generación un compromiso con el bien común, antes que con ganar una elección.