[dropcap]H[/dropcap]e tomado esta columna, escrita exactamente el 31 de diciembre del 2015, para reflexionar sobre diversos temas que arropan la realidad de la humanidad.
Consumir jamás ha sido un mal hábito. De hecho, es una gran necesidad que responde al propósito mismo de la vida, el de subsistir; de seguir adelante.
Sin embargo, el hombre, que todo lo daña, ha hecho del consumo una práctica peligrosa, que se ha llevado del mundo las grandes necesidades que hoy son más que verdades, poniendo delante temas sin ninguna importancia, sobre retos y luchas por la vida.
El hombre insiste, por ejemplo, en buscar vida en otros planetas, mientras no hemos sido capaces de alimentar a los millones que mueren de hambre todos los días por el mundo.
Indudablemente que la caída de Mike Tyson en el “hoverboard” de su pequeña hija ha incitado más “views” de manera viral, que los postulados emitidos en términos de consumo, despilfarro y la verdadera felicidad, expuestos por Pepe Mujica Cordano, ex-presidente de Uruguay.
Y es que definitivamente el hombre quiere esconderse de la verdad detrás de la cortina de humo del mundo; incapaces de entender el porqué de comprar esto o aquello, o simplemente encontrar la felicidad dentro de nuestros corazones.
La Navidad, por ejemplo, es una época en la que el ser humano se desborda olvidando incluso las obligaciones, y se adentra en una especie de trance compulsivo que nos dirige hacia un patrón de comportamiento obsesivo, como si las pocas horas o días que le quedan al año son los que le quedan al mundo.
No pretendo hacer reflexionar; es probable que esté rumiando para mis adentros cada una de las palabras expuestas en esta columna. Digo que no pretendo porque entiendo que lo que cambió al mundo hace miles de años está por volver, y que la verdadera miseria en la vida habita dentro de los corazones ciegos. Nos hemos quedado sin bosques, apenas tenemos agua; pero las fortunas aún crecen en los bancos cercenando el cuello del mundo.
Hemos tomado como experiencia de vida hasta el sufrimiento ajeno; se ha descompuesto la familia, y aquello que se dice bueno hoy es malo para el mundo.
Sin embargo, no me perdonaría recibir este 2016 sin el optimismo característico con el que personalmente veo las cosas. Entiendo que todavía tenemos tiempo. No es trabajo de los políticos, líderes del mundo, empresarios, artistas y otros; se trata de mí, de lo que pienso y de lo que hago, de lo que pensaré y de lo que haré.
Por ejemplo: mientras terminaba este escrito, mi pequeña hija de nueve años, Camila, me interrumpía solicitando mi atención para contarme una inocente historia que habita en su mundo de sueños. El primer instinto fue decirle ahora no puedo escucharte amor, pero sus ojos limpios y su pelo ensortijado me atraparon en la sencilla realidad del amor. Me detuve, la escuché y escapé de la incertidumbre renovando mis esperanzas, y la certeza de lo que espero.
La única verdad que tenemos está en Dios, y te invito a que le creas y entonces COMPRES paz.