[dropcap]H[/dropcap]ace alrededor de tres años que República Dominicana adoptó, de manera definitiva, la “celebración” del Black Friday. O mejor: lo correcto sería decir que el comercio local impuso una costumbre estadounidense, copiada en otros países con costumbres similares, con el único propósito de incrementar sus ventas. Y lo ha logrado.
Las ofertas del Black Friday, sean verdaderas o falsas, despiertan (o quizá generan) en el consumidor una necesidad de adquirir un producto, que en la mayoría de las veces no es vital para la vida y que la satisfacción no llega más allá del placer “emocional” que da el “yo lo tengo”.
El comercio hace bien en introducir esta costumbre, pues sirve de excusa para muchas cosas, especialmente para salir de productos cuyos inventarios son difíciles de mover.
Probablemente muchos consumidores no saben a qué se debe la celebración, pero sí saben que el viernes luego del Día de Acción de Gracias (Thanksgiving en Estados Unidos) se celebra el Viernes Negro.
Lo raro es que este país, que adopta todas las costumbres estadounidenses, no lo había hecho antes. Los resultados que ha obtenido el comercio dominicano, a propósito de la celebración o adaptación de esta fecha, indican que llegó (o la entraron) para quedarse y que todos los años tendremos Black Friday aunque no sepamos el porqué de su celebración.
¿Quiénes esperan esta festividad? Los comerciantes, al parecer, son los primeros que apartan esta fecha en su calendario de actividades, porque saben que es una oportunidad para mejorar algunos números de ventas. No es un secreto que este sector de la economía se ha visto ralentizado.
Los consumidores son otros que esperan la llegada del Black Friday, pues así aprovechan los especiales, verdaderos o no, que colocan tiendas de electrodomésticos, computadoras, ropas, restaurantes, supermercados, vehículos y más.
Mi consejo es tener cuidado cómo, qué y dónde se compra.