[dropcap]E[/dropcap]n los “tiempos de antes”, y en la actualidad también, cuando una joven deja que sus padres, o mejor, sus abuelos, conozcan algunos de sus pretendientes enamorados, de inmediato se produce una especie de evaluación de la personalidad de cada uno y el “viejo” o la “vieja” termina diciendo a la muchacha: “Mi hija, tu deberías entrar en amores con “fulano de tal”, porque ese muchacho es el que a ti te conviene”.
Lo mismo ocurre si es el hombre que ha tenido varias novias y sus padres le han dado seguimiento. Le refieren el nombre de una de ellas como “la que más le conviene” para una relación formal o para el posible matrimonio.
Por lo general los padres no se refieren a la mujer o al hombre que se ama o que se quiere, sino al que “te conviene”. Y la expresión no es de interés económico, más bien es “la sana conveniencia” que los seres que nos crearon observan a nuestro alrededor y no tienen otra forma de expresarlo que no sea indicándonos que tal o cual situación o persona es la que “nos conviene”.
Es esa “sana conveniencia” la que las personas deben analizar al momento de tomar determinadas decisiones, no solo en cuestiones de amor y relación de pareja, sino en el aspecto laboral, de negocios, al momento de tomar un préstamo, de comprar un artículo mobiliario o inmobiliario y para cualquier otra actividad de la vida diaria, especialmente en los aspectos económico y social.
Las decisiones, todas o casi todas, deben tomarse en el momento en que se entienda que es conveniente, que no resultarán en un perjuicio por el error de actuar con más orgullo que inteligencia.
Es frecuente ver a personas que deciden hacer algo y cuando usted le refiere que eso que harán les va a perjudicar responden: “no me importa, como quiera se lo voy a hacer de maldad”, con lo que cometen el error de perjudicarse a sí mismos si con ello piensan que lograrán molestar a la otra parte. Un gran error.
En materia laboral, cuando un empresario tiene un empleado que le causa problemas, antes de “desvincularlo” de la empresa, primero analiza el momento en que más le conviene sacar a esa persona, pues es posible que se trate de un técnico necesario para determinados procesos productivos y prefiere esperar a tener a alguien suficientemente entrenado para sustituirlo antes de prescindir de aquel que aun siendo problemático es coyunturalmente necesario. Cuando tiene como cubrir esa salida, es decir, cuando le conviene, entonces lo despide.
Lo mismo deben hacer los empleados. No es nada sano tomar la decisión de salir de un empleo o “provocar” que lo cancelen para llevarse su pago de cesantía, por el simple hecho de que se siente maltratado por su jefe inmediato o que percibe que le ponen más trabajo de lo que usted desea.
Tome en cuenta que el trabajo es una labor que se paga con un salario, lo que indica que si lo pagan es porque no es agradable, pues si trabajar fuera un placer, entonces uno lo haría de gratis y no a cambio de una remuneración. Con esto sólo deseo dejar claro que todos los empleos tienen sus dificultades y es preciso lidiar con ellas hasta que llegue el momento en que sea “conveniente” dejarlo y pasar a una nueva posición en otra empresa.
Nunca tome la decisión de irse de su trabajo sin tener otro puesto seguro. No actúe por impulso ni reaccione de inmediato, trate de hacer una pausa, esperar y luego actuar, pero con base en lo que a usted “le conviene” no con base en lo que le conviene al otro.
Este consejo aplica para la comunicación oral como para la escrita, pues en ocasiones se producen en departamentos de empresas cadenas de mensajes de reacción a determinada queja que expresó el jefe a través de un correo interno. Cuando eso ocurre, lo ideal es no responder de una vez, esperar, escribir con cuidado lo que se va a responder, leerlo con detenimiento antes de darle a “enviar”, para que lo enviado sea lo que a usted “le conviene” y no algo que le vaya a perjudicar por cualquier mala interpretación de lo dicho oral o escrito.
Recuerde, cuando vaya a actuar en cualquier aspecto de su vida, especialmente en el ámbito laboral, trate de tomar las decisiones cuando sea “conveniente” para usted y así se evita el riesgo de resultar perjudicado.