No pierda la cabeza comprando todo lo que se le antoje ni todo lo que cree necesitar sólo porque en esta época recibió unos “chelitos” extras. Organice sus prioridades y “guarde pan para mayo”. Ojalá usted no esté dentro de aquellos ciudadanos que además de ir a la tienda a adquirir artículos que estarán rodando o tirados “por ahí” en enero, se les trastorna el comportamiento en estos días, comprando, comprando y comprando…y luego se preguntan si fue o no necesario invertir o gastar el dinero en tal o cual artículo.
El consumo debe ser inteligente y cargado con una alta dosis de raciocinio para evitar que el dinero, en la mayoría de los casos ganado con mucho sacrificio físico, mental y de tiempo, se esfume como por acto de magia. Los expertos recomiendan tener siempre pendiente que mañana podría suceder algo imprevisto a corto tiempo y verse en la necesidad de buscar recursos para enfrentar cualquier adversidad de salud o familiar.
Y no se trata de cohibirse de disfrutar la vida; de salir con sus hijos al parque o a comerse un helado o irse de fin de semana para el campo o hasta fuera de país, si está entre los que puede hacerlo; se trata de planificar los gastos sin que ello conlleve el sacrificio de vivir la vida con placer. El ocio también es parte de la salud y de las responsabilidades de la familia.
El problema viene cuando los cabezas de hogar, muchas veces tocados por la sensibilidad que provoca el amor y la debilidad por los hijos, compran artículos, cuya utilidad está cuestionada, máxime si no se trata de una familia con suficientes recursos económicos “a la que hasta podría perdonársele ciertas compras compulsivas”.
Algunos levantamientos de datos indican que los hombres son quienes en la mayoría de los casos se quejan de lo impetuosas que son sus mujeres cuando están en las tiendas. ¡Quieren llevárselo todo! Generalmente el hombre va al supermercado y carrito en manos, como arriando una yunta, la esposa va delante echando cuantas cosas cree necesitar y luego aparecen en la despensa uno y dos meses después y a punto de vencerse su utilidad.
La clase media, por ser la de mayor participación en el consumo de cualquier economía, es la que generalmente se ve más afectada por casos en los que las compras compulsivas literalmente le llenan rincones de cosas innecesarias en las casas, para luego no saber qué hacer ellos. Las compras navideñas y del Día de Reyes podrían ser dos de los mejores ejemplos. A todo padre le ha pasado que su hijo, que ha visto cientos de veces un anuncio sobre un juguete X en la televisión, le conmina a que le diga a SantaClaus que le haga la diligencia de buscárselo. Está demostrado que en la mayoría de las veces al cabo de unos días el juguete está tirado como cualquier otro objeto.
“No se vuelva loco”, aconseja la presidenta de la Fundación por los Derechos del Consumidor (Fundecom), Altagracia Paulino, quien en lo personal se ha visto comprando cosas, por recomendación de la trabajadora de la casa, que luego se da cuenta que estaban en la despensa. “Hay que acudir a las compras inteligentes y ahorrar lo más que se pueda, a pesar de que en estos días haya un dinerito extra, que cualquier podría pensar que no será necesario luego”, entiende.
Entiende que hacer listas de compra antes de salir a comprar funciona positivamente y se convierte en una vía segura para ahorrar, al evitar artículos que no deben ocupar espacio, no sólo en el carrito del supermercado, sino en el gasto familiar. Este tipo de comportamiento es más frecuente en la clase media, ya que los de menores ingresos compran, casi siempre, lo necesario para comer.
Según Paulino, “cuando hay dinero aparece la necesidad” y lo afirma porque cuando las personas tienen dinero siempre hay cosas para comprar. Y no sólo se trata de que hay que pintar la casa o que los muebles están viejos o maltratados; se trata de compras que luego de hacer es que se nota que eran tan necesarias.
La presidenta de Fundecom exhorta a la población que al decidirse las compras sea un imperativo usar la razón y no la compulsión o emoción, pues casi siempre se fracasa cuando se olvidan las prioridades. La gente obvia que las campañas publicitarias buscan despertar en los consumidores una necesidad que en realidad, en muchas ocasiones, no es real.