En todas las ciudades dominicanas, sin excepción, es frecuente ver vertederos improvisados en cada esquina, en cada calle. Hay urbes más limpias que otras, pero también las hay más sucias que incluso compiten entre sí por el primer lugar.
El problema no sólo parece de educación. Es innegable que en todo este desorden o caos hay un aspecto cultural. Ya podría hablarse de la cultura de los vertederos.
Los ayuntamientos, con escasísimas excepciones, no sólo permiten la aparición de vertederos, diciéndoles a los ciudadanos que saquen la basura en determinados días, que al final lo hacen siempre, sino que al parecer no tienen un plan para eliminarlos. La educación es una variable a tomar en cuenta en estos casos, pero sus resultados son a largo plazo.
La realidad dominicana amerita de acciones contundentes. Y por supuesto: inversión en todos los órdenes. Si entramos por el lado de la educación tomará mucho tiempo resolver el problema.