La transparencia es buena. Es una práctica que debería ser asumida como filosofía de vida por todos. Sin embargo, practicarla resulta una tarea extremadamente difícil en un mundo caracterizado por la hipocresía y la farsa.
Viene al caso la rendición de cuentas de los primeros 100 días de las autoridades que asumieron la gestión del Estado en agosto de 2020. Hay que ver con buenos ojos su decisión de dar todos los detalles respecto a sus ejecutorias durante este período, ya que dan una muestra de lo interesadas que están en que la ciudadanía sepa cómo han actuado. Es de suponer que así seguirán, aunque también no se puede negar que no todo puede decirse. El Estado es el Estado con todas sus consecuencias.
Hay algo que resultad contraproducente o que choca con la imagen de austeridad que ha dado el presidente Luis Abinader, quien ha sabido ser coherente entre lo que dice y lo que ha hecho. ¿Qué sucede? Algunas entidades del Estado, incluyendo ministerios, han mandado a elaborar costosos materiales impresos sobre sus ejecutorias cuando eso bien puede hacerse digitalmente, enviar en memoria o vía correo. ¿Se entiende?