El año es solo una vía, un camino. 365 días expresados en espacio de tiempo, que se convierten en segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y luego años.
Al oído suenan numerosas quejas, llantos, frustración, risas, alegrías, penas, gozo, fatiga, esperanza y desesperanza; enojo y satisfacción por lo que fue y ha sido el 2020. “Devuelvan el 2020, que se valla ya, que venga el próximo año”, y si sigo, encuentro historias, memes, chistes, analogías y muchos otros espacios creativos para caracterizar lo que han sido estos 12 meses, tal vez interminable para algunos y de grandes retos, cambios, promesas y logros para otros.
Desde cualquier óptica que se nos mire, hemos tenido un sacudión enorme, quizás para entender que necesitábamos frenar de repente en esta loca carrera de la vida, en la que andamos de prisa y sin recreos, en la que de repente vivimos la ausencia física de los nuestros, en la que era imposible predecir que no podíamos abrazarnos ni con nuestros más cercanos y mucho menos juntarnos para celebrar lo que sea, como es nuestra costumbre.
Muchos planes incumplidos, metas no logradas y propósitos de año que ni siquiera alcanzaron a tener horizonte de mira, sumado a esto la gran incertidumbre, inseguridad, pérdidas de empleos, aumento del gasto. Perder seres queridos que ya no están con nosotros nos ha dolido en el alma y nos ha marcado para siempre.
En un momento en que la vida se vuelve tan frágil y que la propia libertad esta amenazada, entramos en un pánico colectivo, del que aún no se sabe las graves consecuencias a la salud física y emocional de cada individuo.
También salió a relucir lo bueno y lo malo del ser humano: expresiones de solidaridad, sensibilidad al dolor ajeno, responsabilidad individual y colectiva, preocupación por la salud, ser responsable del otro, aliviar el dolor a través de la oración, la música, la creatividad. Reconocer la entrega y sacrificio de los trabajadores de la salud, de los militares y policía, de la gente que trabaja en la cadena de suministro esenciales (farmacias, supermercados, gasolineras, transporte, entre otros).
Pero también se desató la incontinencia y la irracionalidad humana al cumplimiento de las disposiciones decretadas como el distanciamiento social, el uso de las mascarillas y evitar las reuniones colectivas. Fuimos testigos de fiestas realizadas a escondidas, bodas, caravanas políticas, inauguraciones oficiales, de gente que violaba el toque de queda, de quienes no usaban las mascarillas o no respetaban el distanciamiento en público convirtiéndose en verdaderos propagadores de un virus que no mira clase social, edad, cultura o etnia.
En términos de los efectos como sociedad, aun esta por verse las implicaciones que tendrá la pandemia en los países como tal, los gobiernos, los sistemas de producción, la cadena de suministros, el empleo, las relaciones entre los estados y la gestión de los sistemas sanitarios. Ni las naciones desarrolladas que tienen suficientes recursos ni los países medianamente desarrollados y muchos menos los estados en vías de desarrollos han podido controlar la pandemia, convirtiéndose en dolor de cabeza la letalidad del virus y las tasas de mortalidad, estresando los sistemas de salud que han llegado a colapsar para atender a tantos enfermos al mismo tiempo, pero mucho menos sin poder contar con insumos médicos, equipos de protección personal, mascarillas, ni disponer de las pruebas mismas para conocer los casos de personas contagiadas.
Aún está muy temprano para determinar los efectos económicos sobre los países, la caída en la producción, el incremento astronómico del desempleo, entre otros efectos socioeconómicos en cadena.
Pero también se han roto paradigmas como el teletrabajo, el uso de la tecnología para mitigar los efectos del confinamiento y la movilidad social.
En fin, hemos recorrido un largo camino que casi termina este 31 de diciembre y no podemos decir que todo lo bueno o malo que nos pasa es culpa del año 2020. Ciertamente hay años buenos y años malos, como uno suele decir, pero también esta la grandeza del ser humano para recuperarse, levantarse, lograr hazañas increíbles, para solo citar uno, la creación de tres vacunas que ya han probado ser efectivas en menos de un año, gracias a la colaboración y el trabajo científico.
Mantengamos la fe viva en Dios de que saldremos adelante y que superaremos este episodio como ya lo hemos hecho en el pasado. Y con toda la fe del mundo, conservemos la esperanza de que los tiempos por venir siempre serán mejor, pese a los retos y dificultades que de seguro encontraremos en el camino.