El 2020 quedará en la historia como uno de los años más retadores para la humanidad. Las economías más pequeñas, es decir, las más débiles, sufrirán las consecuencias por un período más largo. Habrán países que su débil estructura económica los pondrá en situaciones aún más difíciles y requerirán, posiblemente, del auxilio externo para mantenerse a flote.
Sin embargo, en lo que compete a República Dominicana este ha sido un año de múltiples experiencias; de diversos contextos sociales, políticos y económicos. La pandemia provocada por el covid-19 llegó en un período de campaña electoral, matizado por las pasiones propias de escenario político dominicano.
Es oportuno recordar que durante el primer trimestre del año nadie, absolutamente nadie, se imaginaba lo que traía el futuro inmediato para el mundo, pero menos para la realidad dominicana. Desde el anuncio del primer caso de covid-19 en el país, el 1 de marzo, las autoridades ya tenían al menos una idea de lo que esto significaría para la economía, que sería duramente golpeada tras el cierre que necesariamente había que decretar para salvaguardar la salud de los ciudadanos.
La declaratoria de pandemia se hizo luego de la suspensión de las elecciones municipales del 16 febrero, lo que también puso en duda la siguiente fecha: el 15 de marzo. Todo iba pasando muy rápido. En este lapso seguían apareciendo nuevos casos del coronavirus, pero aún no en la proporción que generara preocupación en la población.
Las constantes manifestaciones en la Plaza de las Banderas, pidiendo castigo contra los corruptos y elecciones libres y transparentes, atestiguan la poca atención de la población al coronavirus.
La posposición de las elecciones municipales, por supuestas fallas técnicas, también obligaba a fijarle una nueva fecha a las presidenciales y congresuales, las que finalmente fueron celebradas el 5 de julio.
La cifra de contagios a mediados de marzo apenas superaba los 100 casos, pero a mediados de julio superó los 47,600, una cifra que por el lado económico sucedieron dos hechos sin precedentes: el cierre de la economía, que generó incertidumbre, suspensiones y despidos de empleados, así como el cese del intercambio comercial internacional; y la adopción de medidas de política monetaria con miras a evitar el fuerte choque o caída que vendría como consecuencia del frenazo de las actividades productivas, principalmente turismo, zonas francas y el comercio formal e informal.
Las autoridades del Banco Central redujeron la tasa de política monetaria en 100 puntos básicos en marzo y otros 50 puntos más en septiembre, dejando este indicador en 3.00% anual, un nivel que no tenía precedentes en la historia económica dominicana. Por el lado fiscal, en junio fue necesario introducir una modificación al Presupuesto, la cual se quedó corta, haciendo que las nuevas autoridades que asumieron en agosto la conducción del Estado se vieran obligadas a volver a cambiar los planes presupuestarios, ya que las estimaciones de ingresos eran superiores.
Los más lamentable durante este 2020, independientemente de la caída en la economía, estimado en al menos -6.6%, será la pérdida de vidas. Según el Ministerio de Salud Pública, al 22 de diciembre el número de víctimas por covid-19 era de 2,384 con alrededor de 34,000 casos activos.
Este 2021 habrá de ser, porque sí, un año de recuperación y esperanzador porque también se iniciará la vacunación. Sin embargo, es preciso actuar con cautela en términos fiscales y monetarios, según afirman economistas. Si bien el Gobierno ha realizado una tarea encomiable en cuanto al manejo de pasivos, el esperado crecimiento de 5.5% no será suficiente para volver a la posición de finales de 2019. Prudencia, es lo que se puede pedir a quienes dirigen el Estado.