No hay escapatoria. Indefectiblemente habrá una reforma fiscal en República Dominicana. Ahora que estamos metidos en una crisis económica, generada por la pandemia que provocó el covid-19, nos damos cuenta de lo incómodo que resulta enfrentar el déficit fiscal producto de la irresponsabilidad tributaria acumulada durante años.
Y lo podemos decir a los cuatro vientos: esto fue advertido en innúmeras ocasiones. Se descuidó el sistema tributario, no se actualizó y nos confiamos en demasía en las facilidades que ofrece el mercado de capitales para buscar recursos suficientes para suplir nuestros déficits internos. Ahora que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) estima que nuestra deuda será equivalente al 70% de nuestro producto interno bruto (PIB) y que el Banco Central dominicano admite que ciertamente será de alrededor del 68%, es cuando nos damos cuenta de que las advertencias eran ciertas.
No hay por qué lamentarse, pero habrá que apretarse bien el cinturón. Lo único que podemos pedir o clamar es que quienes tienen las posibilidades de tributar en mayor proporción, sean quienes asuman la mayor cuota de sacrificio. No será una tarea fácil traducir el crecimiento económico en desarrollo económico.
Lo más lamentable, por supuesto, ha sido la irresponsabilidad tributaria de quienes han tenido bajo su obligación las riendas del Estado. No tocaron el sistema tributario más que con parches, todo con el objetivo de no afectar su imagen ante la sociedad y los ciudadanos votantes. Hoy es necesario tomar medidas responsables, agrias, incómodas y fuertes, pero necesarias si queremos garantizar un desarrollo inclusivo.
Es un imperativo hacer los ajustes tributarios pensando en la sostenibilidad a largo plazo. Siempre he dicho que las medidas incómodas se toman al principio, ya que los resultados, en estos casos, se verán después. El Gobierno que preside Luis Abinader debe hacerlo ahora.
Creo que la nueva gestión tiene la mejor de las intenciones, pero lamentablemente encontró una realidad muy disímil a lo que eran las expectativas.
Hay una verdad que da muy duro: los ingresos tributarios actuales no alcanzan para cumplir con la demanda de la población. Se veía venir la frase de que “la situación actual es insostenible”. Ya comenzamos a escucharla y aunque duela, es la verdad. Quizá ahora, cuando “de improviso” nos llegó una pandemia es que sabemos cuánto cuesta la irresponsabilidad de quienes gobiernan en un momento determinado y no tomaron las medidas pertinentes para asegurar la sostenibilidad.
La revisión del entramado tributario dominicano, por supuesto, debe hacerse con el concurso o participación de todos los sectores, incluyendo una representación de los consumidores. Replicar lo que sucedió a principios de la década de los años 90 sería un ejercicio útil. El Consejo Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (CREES) tiene muchos años hablando de la necesidad de hacer más simple nuestro sistema tributario, ya que resulta costoso y complicado gestionar hasta para las autoridades.
Este es el momento, luego podría ser demasiado tarde.