Gestionar eficientemente la Superintendencia de Bancos (SB) es, con toda seguridad, una de las actividades de mayor proyecto para la economía dominicana. Es redituable en grado superlativo. Bajo esta sombrilla institucional están las instituciones de intermediación financiera, las cuales están encargadas de captar recursos del público y canalizarlos hacia los sectores productivos. Su conexión con la economía es intrínseca.
Una banca sana, que pueda mostrar altísimos niveles de capitalización, constituye un activo intangible para cualquier economía. República Dominicana puede pregonar, a los cuatro vientos, que tiene un sistema financiero no sólo bien capitalizado y competitivo, sino que ha sabido demostrar su disposición de ser parte del desarrollo económico.
Como toda actividad humana, la banca no es perfecta. Tiene que vencer retos constantemente. Sin embargo, su capacidad de adaptación a los cambios que trae la nueva realidad, como lo ha hecho la pandemia provocada por el covid-19, pone de manifiesto la capacidad de superar obstáculos del sistema financiero bancario dominicano.
El nuevo superintendente de Bancos, Alejandro Fernández Whipple, conoce muy bien cómo funciona el sistema financiero dominicano. Su llegada a esta posición es una oportunidad de poner en orden muchas cosas, de visibilizar otras que no aparecían en las presentaciones públicas de esta entidad, como es la defensa de los consumidores, pero también representa una ventaja hábil para introducir cambios a la legislación acordes a las exigencias de los nuevos tiempos.
El nuevo superintendente no es perfecto, tendrá que aprender otras cosas propias de la función. Sin embargo, hay algo que sí ha demostrado desde el primer día que tomó posesión: conocimiento y prudencia. Parece que ha leído muy bien dónde están marcados los límites de su función.
Y como bien afirma Fernández Whipple, las circunstancias mandaban a actuar con mucha prudencia e inteligencia. El proceso de fiscalización y supervisión durante los primeros meses de gestión se han dirigido a analizar, evaluar y entender lo que ha sido el impacto del covid-19 sobre los balances de las entidades de intermediación. Esto, como se ve, es una muestra de conocimiento pleno del contexto en que asumió la gestión de la institución encargada de velar por el buen funcionamiento de la banca.
Admite que no es una labor sencilla, sobre todo por el contexto de crisis económica en que llega la nueva administración del Estado, ha contado con el acompañamiento de un equipo eficiente, preparado y consciente de sus responsabilidades en estos tiempos tan apremiantes. El papel que juega la banca, tal y como se demostró durante los peores meses de la pandemia, fue determinante para mantener a flote el aparato productivo nacional. Sin embargo, su buen desempeño respecto a la responsabilidad con la sociedad, en el caso de los bancos, no los exime de haber cobrado intereses sobre intereses a unos usuarios que vieron diezmados sus ingresos.
La nueva gestión está consciente de la necesidad de inyectarle más dinamismo al sector, de impulsar algunas reformas legales, especialmente si se quiere iniciar con la implementación de Basilea III, y de lo importante que es asegurar un crecimiento y fortalecimiento continuo del sector financiero. Augurarles éxito a las autoridades de la Superintendencia de Bancos, más que un cumplido, es un mandato de responsabilidad.