El pasado domingo 29 de noviembre se cumplieron 69 años desde que la Asamblea General de Naciones Unidas discutió, en 1947, el “Plan de Partición” y adoptó la Resolución 181 recomendando el establecimiento de dos Estados, -uno árabe y otro judío- en el área de la entonces llamada Palestina, con Jerusalén como área internacional.
Meses más tarde, el 14 de mayo de 1948, nació oficialmente el Estado de Israel. A quien República Dominicana reconoció oficialmente el 29 de diciembre de ese mismo año, quedando así entre los primeros en hacerlo. De igual manera, en octubre pasado, el Gobierno del Presidente Abinader manifestó estar estudiando la posibilidad de mudar la Embajada a Jerusalén; de hacer esto, se contará nuevamente entre los primeros países que iniciaron un nuevo tipo de reconocimiento.
Desde su fundación, Israel ha sido víctima sistemáticamente de ataques por parte de sus vecinos. Al día siguiente de la Declaración de independencia, cinco Estados árabes vecinos (Líbano, Siria, Transjordania, Irak y Egipto), inconformes con el Plan de Partición, le declararon la guerra e intentaron invadirlo.
Años después, el 14 de mayo de 1967, el líder egipcio Gamal Abdel Nasser movilizó miles de soldados hacia la frontera con Israel en el Sinaí; solicitó el retiro de la zona de las fuerzas de paz de la ONU y bloqueó el paso de los barcos israelíes a través del Estrecho de Tirán, cerrando el único acceso que tenía el país al mercado asiático y cortando el flujo de petróleo que recibía Israel de su principal proveedor de la época: Irán (La Irán del Sah Mohammad Reza Pahlaví). Las acciones vinieron acompañadas de amenazas en las que se dejaba en claro que el objetivo era la destrucción de Israel.
Por su parte, el entonces ministro de Defensa de Siria, Hafez al Assad, padre del actual mandatario sirio Bashar al Asad, anunció su disposición a comenzar el conflicto, señalando: “El Ejército sirio, con el dedo en el gatillo, está unido. Creo que ha llegado el momento de comenzar una batalla de aniquilación”.
En los 6 días que duró la guerra, Israel no solo repelió el ataque sino que conquistó la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, la península del Sinaí y los Altos del Golán (Siria). Salvo el caso de la península del Sinaí, que fue devuelta a Egipto en 1979 como consecuencia de los acuerdos de paz de Camp David, el resto de territorios siguen a día de hoy controlados por Israel.
Seis años más tarde, sus aun no escarmentados vecinos cometieron otro acto barbárico con resultados también desfavorables para el mundo árabe.
La Guerra de Yom Kipur, fue un conflicto armado entre Israel y la coalición de Egipto y Siria que tuvo lugar durante octubre de 1973. Egipto y Siria iniciaron el conflicto para recuperar los territorios que Israel ocupaba desde la Guerra de los Seis Días de 1967. Ambas partes en conflicto sufrieron graves pérdidas pero Israel mantuvo los territorios conquistados.
Importante destacar que el ataque sorpresa fue realizado en una fecha en que la población israelí estaba en sus casas ayunando debido a la festividad judía del Yom Kipur. Sin embargo, el mismo se revirtió en una sorpresa para los invasores, los cuales fueron repelidos exitosamente por Israel.
Después de esos conflictos, los ataques nunca han cesado. Si bien en 1978 y 1994 se sellaron acuerdos de paz con Egipto y Jordania respectivamente. No menos cierto es que las naciones árabes siempre han considerado dichos acuerdos como una traición, al punto de costarle la vida al presidente egipcio Anwar el-Sadat en un desfile militar.
Multiplicidad de ataques e Intifadas (sacudidas o revueltas) se suceden en la zona. Todos los años son derribados cientos de cohetes de corto alcance y artillería, disparados desde distancias de 4 a 70 kM, todos ellos con trayectorias para impactar zonas pobladas de Israel; lo que obligó a Israel a implementar el llamado Domo de Hierro para neutralizarlos.
No es sino hasta 2020, en que bajo la Presidencia de Donald Trump; se consiguen dos nuevos acuerdos de Paz que incluyeron a Emiratos Arabes Unidos y Bahrein, lo que dobla el número de naciones dispuestas a respetar la existencia del Estado de Israel.
Lamentablemente, los enemigos de Israel siguen haciendo esfuerzos por acabar con uno de los países que ha dedicado notables esfuerzos a la investigación y el desarrollo. A los avances científicos y tecnológicos.
Las aportaciones israelíes en materia de genética, informática, electrónica, óptica y otras industrias de alta tecnología son descollantes; sin menoscabo a su desarrollada tecnología militar, progresos en agricultura, medicina calidad de la energía y desalinización de agua.
Entre los enemigos de Israel, hoy se encuentra el progresismo y la izquierda radical. Son movimientos que hacen público un antisemitismo que raya en el nazismo del siglo XX. De allí que observemos países destruidos por el Castrochavismo que han obligado a un nuevo éxodo de la población judía. Regímenes que se manifiestan aliados incondicionales de dictaduras islámicas fundamentalistas como la de Irán y/o políticos con posiciones o aspiraciones de Gobierno que defienden la causa Palestina, con la aniquilación de Israel como premisa.
Insistimos en que Israel es un país dedicado al desarrollo y progreso científico, intelectual y tecnológico. Israel ha dedicado notables esfuerzos a la ciencia y a la tecnología ocupando el tercer puesto mundial en inversión en Investigación y Desarrollo, el octavo en preparación tecnológica, el undécimo en innovación, el decimosexto en exportaciones de alta tecnología; el decimoséptimo en logros tecnológicos y el que tiene más patentes per cápita registradas en el mundo.
Quienes hemos visitado Israel apreciamos como las arenas del desierto se han convertido en metrópolis y tierras aptas para el cultivo. Donde hay verdadero respeto a la libertad de culto y se respira libertad y democracia. Donde la gente dedica esfuerzos para contribuir a que el Planeta sea un mejor lugar para vivir. Todo esto genera un poderoso haz de luz sobre el oscurantismo que profesa y propala el fundamentalismo islámico.