He pedido este espacio donde hablan las mujeres para hablar de mujeres. De mujer, ciencia y tecnología: un escenario adjudicado de manera equívoca exclusivamente a los hombres, y quiero contarles por qué nada más erróneo.
Por eso, además, desde esta tribuna, invito a las mujeres a que retomen o rescaten el camino que empezaron muchos años atrás.
Tal vez algunos de ustedes no lo sepan, pero el primer programador de la historia fue una mujer. Se trata de Augusta Ada King, condesa de Lovelace. En 1843, King creó el primer programa informático que dio paso a la máquina analítica de Charles Babbage, hoy el antepasado del ordenador.
A ella la siguieron otras figuras femeninas que sentaron las bases para el crecimiento del pensamiento tecnológico y que son referencia de toda la innovación como la conocemos.
Está Grace Hopper, que después de estudiar matemáticas, física y economía, ingresó a la Marina de Estados Unidos, donde creó con otros colegas la primera programadora que utilizó el Mark I y el primer compilador para un lenguaje de programación en 1950.
Está Margaret Hamilton, quien hizo posible que el hombre pisara la luna en 1969 con la misión Apolo 11. Aparece como pionera de la inteligencia artificial Karen Spärck, creadora de la indización automatizada o procesamiento automático del lenguaje natural. Les presento a Hedy Lamarr, reconocida por ser “la mujer más bella de la historia del cine”, y la inventora del sistema de comunicaciones denominado “técnica de transmisión en el espectro ensanchado” en el que se basan todas las tecnologías inalámbricas que disponemos en la actualidad. Y a pesar de que el Premio Nobel lo han recibido más hombres que mujeres, solo una mujer ha logrado dos galardones: Marie Curie en 1903 el de Física y en 1911 el de Química.
La lista es larga y, sin duda, en la actualidad se pueden nombrar muchas más. Pero resalto estas pioneras de la ciencia y la tecnología para enfatizar que este campo ha estado plagado de grandes pensadoras y científicas que han desarrollado los más importantes proyectos de la humanidad. Como ven no es un campo asignado a los hombres.
Sin embargo, resulta insólito que el número de mujeres con estudios científico-tecnológicos hoy sigue estando muy por debajo de los porcentajes previsibles.
Pero hay algo más. La incorporación de la mujer a la ciencia y la tecnología no es simplemente una reivindicación igualitaria, sino una necesidad económica y social. En ese sentido, fortalecer y generar estos referentes femeninos e incrementar las competencias STEM en el estudio y en el mercado laboral es un factor clave para la innovación, la generación de valor y la competitividad de los países. De esta manera, se genera una economía altamente especializada y diversa, equitativa y en constante crecimiento.
Por eso, acompañar las estrategias de activación económica y de transformación digital con enfoque femenino es un compromiso que se debe asumir con mucha convicción, porque se necesitan las habilidades tecnológicas indispensables para que República Dominicana esté bien posicionada en una economía 4.0.
Esta economía digital, según el Foro Económico Mundial, representa más del 5% del producto interno bruto mundial y crece el 10% al año, significativamente más rápido que la economía en su conjunto. Se estima que va a generar a nivel mundial hasta 95 millones de nuevos empleos.
Debemos apuntar a traer parte de esa ganancia al país, y preparar los profesionales para que hagan parte de la fuerza laboral que pondrá a competir en igualdad de ventajas a República Dominicana.