El puntillazo final para consumar la derrota del señor Donald Trump precisamente vino de los medios de comunicación. Las grandes cadenas de televisión de Estados Unidos tienen por tradición proyectar el ganador de una contienda electoral en base a análisis y predicciones tomando en cuenta el computo electoral de los 50 estados que tienen una organización electoral estatal que es la que organiza el proceso y cuenta los votos.
Cerca del mediodía del pasado sábado 7 de noviembre, casi una semana después de concluir las votaciones, y después de cuatro días de incertidumbre sobre el ganador, un sucesivo hilo de noticias de las cadenas Fox News, CNN, agencias y medios impresos como Prensa Asociada, los diarios New York Times y Washington Post comenzaron a informar que Joe Biden ya era el presidente electo porque sus proyecciones lo daban como ganador del Estado de Pennsylvania, con lo cual pasada la cifra de los 270 votos electorales, definidos como el número mágico para convertirse en primer mandatario.
Poco tiempo después el presidente Donald Trump desestimó las informaciones y rechazo aceptar la derrota o conceder la victoria a Biden y dijo que él había ganado las elecciones y que sus votos eran los legales. Al mismo tiempo acusó a los medios de comunicación de tomarse un papel que no le corresponde al declarar el ganador del proceso electoral que él ha calificado de fraudulento -aun sin mostrar evidencias-.
Tal vez, sin proponérselo, los medios estaban cobrando una deuda del mal manejo en las relaciones con ese tan preciado poder fáctico. Y es que precisamente en ese momento, la incertidumbre y la forma en que el señor Trump estaba atrincherándose contra el conteo de votos, parecía llevar a Estados Unidos a una peligrosa pendiente de confrontación y posible vacío de poder. Entonces los medios reaccionaron y rompieron el hielo con datos que arrojaban el incremento de la ventaja de Joe Biden en el crucial estado de Pennsylvania cuyos votos electorales eran suficiente para que el demócrata se alzara con la victoria.
En el caso de Trump, mantuvo unas pésimas, difíciles y controversiales relaciones muy tirantes con prácticamente todos los medios o las grandes cadenas noticiosas de Estados Unidos. Incluso al final rompió esos vínculos con la única cadena que se le atribuía respaldarlo (Fox News), quien fue una de las primeras en proyectar la victoria de Biden y era de las pocas que ya estaba proyectando la victoria de Biden en Arizona, algo que fue criticado por el propio Trump en su andanada de tuits.
Los medios son parte de los grupos de interés de una sociedad y como tal tienen un papel que jugar, que gusten o no, fortalecen la democracia y el Estado de derecho en una nación. El señor Trump pareció nunca entender eso y no es que las relaciones con los medios deben ser color de rosa todo el tiempo porque incluso anteriores mandatarios norteamericanos tuvieron sus controversias y a también se quejaban de la cobertura periodística de medios, pero nunca cayeron en la descalificación, descrédito y ataques viscerales contra los medios como los hizo el señor Donald Trump quien llego al extremo de no participar en el tradicional almuerzo del club de corresponsales de la Casa Blanca.
Precisamente, las relaciones de un presidente como Trump con los medios ha sido un mal ejemplo de cómo debe ser llevada las relaciones con los medios que a lo largo de su periodo de gobierno detonaron en graves crisis de reputación.
Un presidente tiene que ser transparente, abierto y tener un flujo de información adecuada con los medios y aprender a ser tolerante con la critica y rebatir con información correcta.