Hay una verdad irrefutable o irrebatible: los ríos Ozama e Isabela están contaminados. Podría afirmarse, con toda la seguridad del mundo, que están elevadísimamente contaminados y que la deuda histórica con estas arterias de agua, que cruzan unidas en un solo cauce la Primada de América hasta salir al Mar Caribe, parecen un paciente en cuidados intensivos. Y hay que decirlo con toda propiedad: sólo la irresponsabilidad histórica y compartida de quienes han gobernado República Dominicana durante los últimos 60 años ha impedido que Santo Domingo disfrute de uno de sus mayores tesoros.
Ver el Ozama de Santo Domingo convertido en una fuente de riquezas y no de pobreza y vergüenza, como hasta ahora, ha sido solo un sueño. Su ubicación estratégica, cruzando la ciudad por la parte colonial luego de entrar por el norte de la capital, le dan un potencial histórico, cultural y económico de alta ponderación. Está muy distante de ser el Sena de París, Támesis de Londres, el Nilo de Egipto cuando pasa por el Cairo; el Éufrates de Bagdad y el Danubio que atraviesa diez países en Europa. Sólo el Teleférico y el Metro contrastan en medio de esta realidad.
Sus riberas, por igual, están que sólo generan asco y un sentimiento de culpabilidad ciudadana. Sin duda, lo que estas fuentes de riqueza potencial, pero que hoy sólo muestran pobreza, nos restriega en nuestras narices es la responsabilidad histórica compartida. Le hemos fallado al medio ambiente, le hemos faltado el respeto y el valor que tienen los ríos Ozama e Isabela. En esto no hay excepción.
¿Hay esperanzas de que algún día estos ríos vuelvan a ser como en sus mejores días, como a principios del siglo XX cuando aún la demografía y el bajísimo impacto industrial no eran una “preocupación” en este sentido?
El remedio quizá está en combinar dos “fármacos políticos”: voluntad y acción. La primera sin la segunda no serviría de nada. La cuestión es que hacerlo implica no sólo romper los intereses encontrados en este tema, que de por sí son muchos y diversos, sino que también significa una carga económica insoportable para las débiles finanzas de República Dominicana. La inacción vuelve a ser protagonista cuando se buscan responsables.
En las riberas del Ozama e Isabela se ve mucho más que pobreza material entre sus habitantes. Entre sus casas, callejones y habitantes se ven las huellas de la desidia de quienes han tenido el honor de tomar decisiones. Sin embargo, no son culpables de su pasado, de su presente y tampoco lo serán de su futuro. Ellos sólo son el resultado de la ausencia de un Estado responsable que les dé las condiciones para no vivir así.
Es inadmisible pensar, tan sólo pensarlo, que haya algún ser humano que desee vivir en un escenario de podredumbre, caminando entre heces, basura y animales descompuestos; bañarse en cañadas insalubres, que la estrechísima ventana de su habitación, hecha con hojalata “reciclada” o con un pedazo de zinc oxidado, sólo permita ver un panorama hediondo, y que la puerta de la “casa”, con dos pedazos de gomas como bisagras, permita salir a un callejón angosto que parece parte de un juego de laberintos.
Contexto
¿Qué trae socialmente consigo este sistema de cosas que opera (no que funciona) a ambos lados de estos ríos? Inseguridad ciudadana, malísima calidad de los servicios públicos, falta de oportunidades para un empleo digno, imposibilidad de emprender con éxito, embarazos en menores o violaciones; enfermedades de todo tipo, deterioro del medio ambiente y vulnerabilidades extremas frente al cambio climático. Ya son recurrentes las inundaciones y pérdidas materiales, a veces de vidas humanas, cada vez que ocurren fuertes lluvias.
¿De dónde viene la contaminación? Usted podría pensar en los desechos sólidos, orgánicos, aguas residuales, cañadas y todo lo que históricamente ha dejado la actividad industrial. Posiblemente esa sea la punta del iceberg. Las principales fuentes son dos: falta de conciencia y régimen de consecuencia. Cuando se pasa balance ha sido una debilidad de las autoridades, población, empresas y todo el que de alguna manera ha podido hacer algo para evitar la agresión a estos ríos. ¿Es la basura que llega al río la que hace daño o es la actitud de quien la lanza? ¿Y qué decir del régimen de consecuencia a cargo de las autoridades encargadas de aplicar la ley? El protagonista de esta desgracia es el ser humano. Hacerse de la vista gorda ha sido la peor decisión histórica.
Recorrer el río Ozama, por lo menos hasta la confluencia con el Isabela, es todo un espectáculo dantesco, espantoso, que genera miles de preguntas. Sin embargo, hay una que se cae de la mata: ¿Cómo llegamos hasta aquí? Ambas riberas compiten en la cantidad de vertederos, casuchas dentro del río, algunas sobre pilotillos improvisados que desafían las leyes de la física y la ingeniería. La competencia se da con “derricaderos” de desperdicios sólidos desde la parte más alta de las favelas, que se abren paso entre la vegetación de los acantilados que por zona separan el río de las casas; con niños descalzos sobre montones de basura y tomando un baño despreocupado entre sus contaminadas y fétidas aguas.
Podría achacarse el lanzamiento de desperdicios a varios factores. Primero está la falta de conciencia, que se cultiva con educación. También se relaciona con la incapacidad de la ciudad de ofrecer servicios de calidad en estas zonas de dificilísimo acceso y, por qué no decirlo, a la débil estructura institucional de las entidades del Estado encargadas de cumplir y hacer cumplir el régimen jurídico relacionado con la protección del medio ambiente. Navegar en sus aguas invita a un mea culpa colectivo.
Del color del agua, y qué decir del olor, se pueden decir muchas cosas. Lo más notorio es su aspecto metálico gris, pero que al mismo tiempo se torna turbio/marrón. Un estudio liderado por el consultor ambiental William Gutiérrez, realizado para la Fundación Tropigas en 2014, determinó que las alcantarillas San Gerónimo, La Goya, Bonavides y La Ciénaga estaban entre las que más impactos negativos producen en el río Ozama, convirtiéndolo en la principal fuente contaminante del litoral, aportando grande cantidades de materia orgánica, grasas, hidrocarburos, metales pesados y microorganismos al Mar Caribe.
Lo que hay
Las conclusiones son explícitas. Existe contaminación física, química y biológica, en el río y en sus dependientes, debido a las descargas sanitarias relacionadas con el crecimiento demográfico de la ciudad de Santo Domingo, con la actividad industrial que se ha desarrollado en sus márgenes, con la deforestación y la pecuaria. Mayormente los desechos industriales van al río directamente por el sistema de alcantarillado de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CASSD). El estudio determinó que las aguas negras domésticas también llegan al río por esta vía. Las casas marginales localizadas en las orillas del río descargan directamente sus desperdicios, y los desechos sólidos municipales también llegan procedente de vertederos de basuras que se localizan en la orilla. Cada habitante de la zona genera en promedio 0.6 kilogramos de basura, lo que significan 480 toneladas, de las que aproximadamente 90,000 toneladas son vertidas cada año al río.
En 1993, mediante el decreto 183-93, se crea el Cinturón Verde de Santo Domingo, por considerarlo una necesidad para regular el crecimiento urbano y horizontal de la capital, proteger los cursos de aguas, las reservas naturales existentes y las especies botánicas representativas del bosque húmedo. Los resultados indican que esa decisión de aquel entonces quedó en letra muerta.
Sector privado
Se ha hecho mucho desde el sector privado para recuperar el río. Ahora los niveles de conciencia son más palpables. Los empresarios, en este caso liderados por Carlos José Martí y la Fundación Tropigas, llevan muchos años involucrados en el rescate del río en una especie de alianza público privada a través del proyecto Ribera Verde, que busca soluciones a favor del saneamiento y rescate de los ríos Ozama e Isabela.
El programa Ribera Verde, ejecutado ya, se enfocó en la realización de 6 proyectos: Manejo de residuos sólidos, saneamiento y rescate de cañadas, reforestación en pequeños espacios, educación ambiental, operativos de salud preventiva y participación comunitaria. El programa recibió premios naciones y extranjeros.
La empresa Sansoucí Ports ha realizado importantes inversiones en el dragado del río en su desembocadura, para sacar sedimentos generados de todo el proceso de degradación. Los proyectos La Nueva Barquita y Domingo Savio son dos proyectos del Estado de saneamiento y ordenamiento urbano en algunas de las áreas circundantes a estos ríos. El primero ya fue entregado, mientras que el segundo está en ejecución.
Todas estas acciones se ejecutaron (y aún es así) de la mano con la comunidad y el Estado dominicano, uniendo esfuerzo con Coalición RIO y la Comisión Presidencial Ozama e Isabela. El presidente Luis Abinader, que ha mostrado un cierto interés y ha comprometido su palabra con su saneamiento, recorrió los ríos Ozama e Isabela junto al ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Orlando Jorge Mera. El empresario Carlos José Martí fue el invitado especial al recorrido en reconocimiento a los esfuerzos que ha desplegado para la limpieza de estas fuentes acuíferas.
En el recorrido, también participaron el ministro de la Presidencia, Lisandro Macarrulla, y la alcaldesa de la capital, Carolina Mejía, quienes observaron las condiciones en que se encuentran las riberas, pero al mismo tiempo los avances de los trabajos de recuperación y saneamiento.
“Este gobierno sabe lo importante que es este río Ozama, pero también el Isabela. Esperamos en un tiempo prudente, quizá en un mes, darles los detalles de cuánto se invertirá aquí y cuánto habrá en el presupuesto de 2021 para el saneamiento de estos ríos”, dijo el Presidente.
De su lado, el ministro de Medio Ambiente aseguró que se harán todos los esfuerzos al alcance para limpiar los ríos Ozama e Isabela. Dijo que ya ha venido cuatro veces a ver esta zona, que es una muestra del interés que hay en recuperar estos ríos.
Para Martí, la visita del presidente Abinader, del ministro de Medio Ambiente, la alcaldesa Mejía y el ministro de la Presidencia le asegura al país que se están haciendo todos los esfuerzos para que estos ríos y los barrios circundantes sean rescatados. Destacó los planes que ha llevado a cabo la Fundación Tropigas desde hace varios años, resaltando el proyecto Ribera Verde.
¿Primera visita del Presidente?
El presidente de la República, Luis Abinader, recorrió los ríos Ozama e Isabela. Lo hizo en compañía de los ministros de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Orlando Jorge Mera, y de la Presidencia, Lisandro Macarrulla. El motivo del recorrido fue constatar las condiciones en que se encuentran ambas riberas y cómo han avanzado los proyectos de recuperación y saneamiento. El empresario Carlos José Martí, presidente de Fundación Tropigas, y Roberto Herrera, de InterEnergy, estuvieron entre los invitados especiales.
“Nosotros vamos a hacer lo que no hicieron otros”, aseguró el jefe del Estado al ser abordado por la prensa que cubrió el recorrido. Garantizó que tiene un compromiso de mejorar las condiciones de los residentes que viven en zonas de alto riesgo.
Según el ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, “este ha sido un recorrido histórico por ser la primera vez que un presidente de la República va con funcionarios a una visita de trabajo a los ríos Ozama e Isabela”.
En noviembre de 2014 el presidente Danilo Medina se reunió con comerciantes del mercado de la Duarte, donde conversó con vendedores y visitantes, quienes le expresaron las precarias condiciones en que se desarrollan las actividades comerciales. Luego, según reporta la prensa de la fecha, recorrió en bote el río Ozama, donde palpó la grave contaminación que lo afecta.