El gobierno dominicano tiene planeado iniciar el año escolar 2020-2021 este próximo día 2 de noviembre, en un esfuerzo extraordinario para que los estudiantes puedan recuperar el tiempo perdido y, al mismo tiempo, retomar el proceso de aprendizaje truncado por el covid-19. Se prevé que 2.8 millones de niños, niñas y adolescentes respondan a la cita establecida por el ministerio de educación de República Dominicana, esta vez bajo un modelo virtual que entrará en prueba, tanto para los estudiantes, docentes y familias, y que, de seguro, su implementación se convertirá en uno de los grandes retos para este periodo escolar.
Con la pandemia del coronavirus el mundo cambió, y una de sus principales víctimas fueron los sistemas escolares en todo el globo terráqueo, y República Dominicana no fue la excepción. En efecto, al inicio de la crisis sanitaria se estimaba que más de 1,500 millones de estudiantes, a nivel global, habían dejado de ir a las escuelas, con el agravante de que la mayor parte de estos procedían de países pobres con población vulnerable. De hecho, los estragos mayores han ocurrido en países con resultados de aprendizaje bajos, con elevada deserción escolar e incapacidad de enfrentar choques como este.
Esta situación de los sistemas escolares generada por el coronavirus reveló, también, las múltiples debilidades y limitaciones de los esquemas de enseñanza, en particular, las deficiencias vinculadas al uso de la tecnología en los procesos de enseñanza-aprendizaje, vistas desde la óptica del rol de los docentes. En ese orden, se hizo evidente que los mayores problemas no estaban en la infraestructura ni en la dotación de alimentación escolar, sino en la incapacidad de los maestros de adaptarse a clases virtuales, utilizando herramientas tecnológicas, sobre todo en zonas rurales y barrios carenciados.
Pero si bien el mayor problema de la enseñanza eran los docentes, trasladar las aulas a las casas de las familias fue otro reto que se ubicaba en un terreno totalmente desconocido para todos. De pronto, y sin tiempo de aprender, los padres, madres y tutores se convirtieron en auxiliares docentes, con el agravante de que tampoco había un método. Algunos autores han llamado a este difícil proceso que ha dejado la Pandemia una “catástrofe generacional de la educación”, con secuelas importantes que aún no se pueden determinar.
En el caso dominicano, la situación del sistema educativo se agravó porque la crisis sanitaria empezó en medio de una difícil y complicada campaña electoral, en donde la preocupación no estaba centrada en el estudiante, ni hubo muchas respuestas adecuadas para que el cierre de las escuelas fuera menos traumático para la población escolar y las familias. Por eso, uno de los hallazgos que para nosotros resultó impresionante, es que se reveló que nunca hubo, verdaderamente, una Revolución Digital como se vendió por muchos años.
Pero hay que mirar al futuro y dar un voto de confianza a las nuevas autoridades educativas pues, recuperar todo el espacio perdido será una tarea ardua como también lo será la implementación de un supervisión que garantice el adecuado funcionamiento de las nuevas Escuelas Familiares Virtuales.