El tema regulatorio es realmente un asunto serio y costoso. Quizá está entre las principales razones por las que hoy, en un contexto global más exigente, las corporaciones de crédito sean prácticamente cosa del pasado. De más de 100 que llegaron a ser, hoy sólo quedan seis en los registros de la Superintendencia de Bancos. Y no se trata de predecir su desaparición en el corto plazo, pero todo indica que algún día dejarán de ser lo que soy hoy. O desparecen o se transforman.
Hay una verdad que se torna cada día más irrefutable: El sistema financiero es el sector más regulado y ha venido, producto de las crisis y de las malas experiencias, fortaleciendo los mecanismos de supervisión y fiscalización.
Esto, a su vez, conlleva a que estas entidades tengan unos requerimientos mayores desde el punto de vista de capital, pues por un lado se ven obligadas a implementar temas como prevención, ciberseguridad y otros asuntos que vienen de mucho tiempo atrás. Ahora hay estructuras que antes no existían y controles, lo que al final demanda de más capital.
Si estas entidades, en este caso corporaciones, no tienen el capital necesario, estas regulaciones las van presionando en su desarrollo. Todas las que no han podido seguir el camino de la regulación o cumplir con los nuevos requerimientos, además de otros factores relacionados con la alta capacidad de competencia que tienen las entidades más grandes del sistema, han dejado de existir.
Es innegable que hay un tema relacionado con la competencia, ya que los bancos múltiples, asociaciones de ahorros y préstamos y los bancos de ahorro y crédito han permitido al público acceder a créditos con tasas realmente competitivas y equilibradas o sustentables. Para nadie es un secreto que por lo general quienes acuden a estas corporaciones lo hacen en un momento de apuro financiero. Sin embargo, la democracia del crédito, en un escenario financiero con bajas tasas de interés, ha hecho que los usuarios puedan acceder a la banca de forma más fácil.
Son los números los que dicen que deben prepararse para lo que viene. Las corporaciones de crédito reportaron activos por RD$3,612.3 millones a septiembre de este año, un aumento de apenas RD$81.35 millones (2.35) respecto al cierre de marzo. Sin embargo, cuando se comparan los números con diciembre de 2019 hay una reducción neta de RD$228.82 millones, es decir, un -5.95%.
Es preciso admitir que las exigencias, tanto regulatorias y las tecnológicas, en adición a la alta concentración y competitividad de la “gran banca”, han puesto en el abismo a estas entidades financieras que durante muchos años cumplieron un rol preponderante en segmentos con poco o ningún acceso al mercado formal.
No hay una fórmula para predecir lo que sucederá, pero sí hay pruebas de lo que está sucediendo. Esto, a simple vista, es un indicativo de lo que pudiera suceder si no se toman las medidas de lugar, en caso de que sea necesario que las corporaciones de crédito sigan existiendo en un mercado del crédito cada vez más democrático.