Hace unas semanas, en esta columna, utilizamos un título similar para protestar el deseo solapado de las autoridades municipales de aumentar la densidad poblacional de la C1 para complacer a un grupo de empresarios.
Una movida, en mi opinión, poco astuta por parte del cabildo, ya que es como morder la mano de quien te alimenta. Ayer, con el envío del Proyecto de Ley de Presupuesto, el Gobierno central hace inexplicablemente lo mismo. Por tal razón, repetimos el título.
El nuevo proyecto de presupuesto incluye una serie de impuestos nuevos, una práctica peledeísta que uno imaginaría desterrada en el nuevo contexto nacional, pero eso es otro tema.
Entre los nuevos gravámenes se incluye: un impuesto de 3% a las transacciones en dólares hechas aquí o fuera del país por los dominicanos; el gravar los salarios 13 y 14, el 8% de los ingresos extraordinarios durante la pandemia y el 1% de las carteras de prestamos del sector financiero, este último podría ser usado para reducir el Impuesto Sobre la Renta (ISR) de las instituciones financieras.
Por diseño o negligencia, estas medidas, todas, de forma más o menos directa, atacan el bolsillo de la clase media y todas tendrán como efecto una economía aún más informal de la que ya tenemos, con todas las consecuencias que esto tiene para el desarrollo de la nación.
Sin embargo, en vez de profundizar en los significados económicos que estas medidas tendrían, yo he decidido utilizar este espacio en explicitar lo que ellas significan desde el punto de vista ético.
Como dije, cada una de estas medidas equivale a reducir la ya muy corroída calidad de vida de la clase media. Por lo que, estas medidas no sólo significarían un doloroso bofetón en plena cara a la clase media que en masa votó el 5 de julio por “el cambio”, sino que el mismo lleva el mensaje implícito de que lo que debemos hacer es robar (y esconder; o robar y mostrar, pero robar); trabajar honradamente y marchar, y luego votar a fin de que el dinero del erario publico se respete, eso no. Eso desemboca en una erosión directa de tu calidad de vida.
Por otra parte, desde que el 5 de julio oímos sorprendidos “presos los queremos” como respuesta al discurso del Presidente, mucho se ha hablado, nada se ha visto, acerca de perseguir los ladrones de la administración anterior.
Alguien dirá que aún no hay tiempo de haber hecho nada. Perfecto, pero yo tampoco he visto a un solo funcionario de la administración nueva, con la excepción del ministro de finanzas, reducir los emolumentos que el PLD entregaba a sus funcionarios con iguales funciones.
No se ha reducido un sólo sueldo del sector público. Tampoco he visto la reducción de la nómina pública, en cuanto al número de personas en la misma. Al contrario, lo que hemos visto, con asombro, es la sustitución en el ministerio de educación de personal nombrado en base a concurso por personal nombrado a dedo.
No hemos visto a los recién electos congresistas, que hoy controlan ambas cámaras, terminar con el barrilito, el cofrecito y todos los injustos privilegios que acompañan cada curul.
Algunos, desde una aparente superioridad moral, los han rechazado, pero no es de esto que hemos hablado. Hablamos de una visión del Estado distinta donde la gente no va a enriquecerse, si no a servir.
Sin embargo, el presupuesto nos dice que la visión del Estado botín no ha cambiado y que los que llegaron así la quieren.
Finalmente, el paternalismo agrio se renueva con estas medidas. Ninguna de ellas ni siquiera contempla incluir en el diálogo nacional, de igual a igual, a las grandes masas; muy por el contrario, las evita, como evita el padre preocupado a su hijo menor.
Algo que podría verse como prudente o sabio, pero que nos deja con la pregunta en qué momento empezaremos los dominicanos a entendernos como seres iguales frente al Estado. ¿Cómo pueden estas grandes masas entender lo dañino del robo público, si ese robo nunca tiene efectos para ellos? ¿Cómo si la solución sempiterna es aumentar el monto de los impuestos de la clase media o endeudarse?
Personalmente, yo esperaba del primer presupuesto de este gobierno una verdadera apología de la nación dominicana, como un todo. En el cual pudiéramos claramente vernos todos los dominicanos, donde vamos y hacia dónde vamos e inclusive se pudiera ver cómo participar en el diseño de esta meta común. Nunca esperé que iba a ser un refrito hinchado de los mamotretos peledeístas que servían sólo para esconder lo robado. Una verdadera desilusión.