Sobrevivir a la crisis económica provocada por la pandemia del coronavirus ha sido la constante en el mundo empresarial, sobre todo desde que empezó el virus a hacer estragos en todo el globo terráqueo. Pero una cosa es leer sobre esto y otra muy diferente es vivirlo, palparlo y enfrentar diariamente los embates de una situación económica que se ha tornado crítica, que es lo que le ha pasado a las empresas de menor tamaño relativo, es decir, a las mipymes. Un breve recuento de los hallazgos de un Estudio realizado sobre la realidad actual de ese sector, desnuda claramente el viacrucis de los negocios pequeños.
La ausencia total de clientes se constituyó en el fenómeno común a todas las mipymes, lo que se traduciría, luego, en cero ventas e ingresos, por lo menos durante los primeros meses de la pandemia, tiempo en el cual el país estuvo prácticamente cerrado para evitar la propagación del covid-19. En contraposición, y para empeorar el tema, los costos continuaron siendo los mismos, lo que ensanchaba la brecha que se convertiría en déficit permanente para los pequeños negocios. A esto le siguió el despido definitivo y/o suspensión temporal de empleados y colaboradores, lo que suponía la paralización total o parcial del proceso productivo en cada unidad económica.
Pero la incertidumbre fue mayor cuando que se pensaba en los reportes impositivos, y cómo se harían las empresas para pagar la tesorería de la seguridad social, el anticipo y el Infotep. Por suerte, vinieron las medidas gubernamentales y aliviaron, en parte, la situación de las mipymes en relación a este tema. Pero la inseguridad sobre el futuro cercano no cedía, pues el pago de los alquileres, las deudas con bancos, los compromisos con proveedores, los servicios de agua, luz, teléfonos, telecable –para el caso de los pequeños hoteles–, no se podían evadir. Las deudas totales se fueron acumulando, en tanto los pequeños ahorros que algunos podían tener, también fueron mermando.
Como resultado del panorama anterior, llegó la quiebra de miles de empresas, formales e informales, pues la situación se hizo insostenible aún para los más audaces, innovadores y creativos. Por ejemplo, en el sector de las mipymes hoteleras, las pérdidas han sido cuantiosas e inimaginables, y solo han sobrevivido aquellas cuyos dueños eran, a su vez, propietarios de los inmuebles donde estaban ubicados los negocios. Un porcentaje importante de las mipymes, imposibilitadas para pagar la renta mensual, movieron su producción para la propia casa, e incorporaron a la familia en todo el proceso, lo que no solamente les permitió mantenerse operando, sino que, además, posibilitó reducir los costos operativos.
Toda esta historia nos lleva hasta este momento, en donde se conoce una apertura paulatina de la economía dominicana y, con esta, la vuelta a la vida a muchas mipymes sobrevivientes. No obstante, los cadáveres de muchos pequeños negocios se siguen contando, y su entierro ha sido en solitario, pues no tuvieron ningún coronel gubernamental que les escribiera.