Desde las elecciones de medio término del año 2002, los partidos políticos que han estado en el Gobierno también han logrado el favor del voto popular para adquirir mayoría en el Congreso Nacional, tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados.
Los mecanismos utilizados por los partidos en el Gobierno para ganar también el control del Poder Legislativo no los vamos a analizar en este artículo, pues no es el objetivo del mensaje que queremos transmitir en esta ocasión.
El asunto es que cuando el partido que ostenta el Poder Ejecutivo tiene también el Poder Legislativo a su favor adquiere, a su vez, una mayoría en el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), lo cual le da la posibilidad, si así se lo propone, de controlar en gran medida al Poder Judicial, con lo que se agencia una influencia casi absoluta en los tres poderes del Estado y, en consecuencia, en los demás órganos estatales de trascendencia como la Junta Central Electoral (JCE) y la Cámara de Cuentas, entre otras.
Ese ha sido uno de los principales objetivos de los partidos que han gobernado el país durante los últimos 20 años, pues antes de esas dos décadas atrás, el partido que controló más tiempo el Gobierno fue el Reformista Social Cristiano (PRSC), pero nunca tuvo un control absoluto del Poder Legislativo.
Pero ni el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ni el Revolucionario Dominicano (PRD) aprovecharon su control de los poderes Ejecutivo y Legislativo para promover y hacer aprobar las reformas estructurales que en términos legales necesita el país a los fines de consolidar y agilizar su cambio hacia el desarrollo.
Cuando desde el Ejecutivo se tiene el control del Legislativo, el Presidente de la República de turno adquiere una brillante oportunidad de implementar grandes transformaciones, con visión de futuro en el mediano y largo plazos.
Por el contrario, nuestros mandatarios se han concentrado en decisiones de corto plazo y en la gestión de aprobación de préstamos locales y externos para cubrir abultados déficits fiscales como resultado de excesos en el gasto público.
De los presidentes que hemos tenido en los últimos 20 años, el que mayor fuerza y control tuvo en el Congreso Nacional fue Danilo Medina (2012-2016-2020). Por eso es a quien más le critico el hecho de no haber aprovechado su posición dominante para introducir en el país las grandes transformaciones estructurales que requieren aprobaciones de leyes importantes.
Ahora, el presidente Luis Abinader ha logrado el favor del pueblo dominicano, concediéndole mayoría a su Partido Revolucionario Moderno (PRM) en el Senado como en la Cámara de Diputados, lo cual indica que también, al igual que sus tres antecesores, tiene la oportunidad de hacer lo que aquellos no hicieron cuando pudieron.
Una de esas grandes reformas es el necesario, aunque poco anhelado Pacto Fiscal, el cual es un mandato de la ley que crea la Estrategia Nacional de Desarrollo (END) y que no se trata de una reforma fiscal pura y simple, sino de una iniciativa consensuada con diversos sectores que debe dar como resultado la propuesta de grandes transformaciones en todo lo relacionado con los ingresos y gastos del Estado.
Ese Pacto Fiscal debe tener una visión de mediano y largo plazos. No puede ser una iniciativa inmediatista y tampoco debería incluir a más actores de los necesarios. Así se puede evitar que nos tomemos dos o tres años solo en discusiones, sin llegar a conclusiones.
El presidente Medina tuvo la oportunidad de impulsar el Pacto Fiscal y no lo hozo. Ahora, el presidente Abinader cuanta con lo necesario para hacerlo. No es un paso fácil y menos ahora con la crisis causada por el Coronavirus Covid19 y su tremendo impacto en la economía.
Sin embargo, esos hechos que le limitan son a su vez importantes motivadores para darle el frente a ese compromiso pendiente: un Pacto Fiscal que ha de sentar las bases para la recuperación económica y la garantía, no solo de crecimiento sostenido, sino de su aprovechamiento en la mejoría de la calidad de vida de la clase económica más vulnerable, es decir, crecimiento aplicado al desarrollo.