El presidente electo de República Dominicana, Luis Abinader Corona, tiene grandes retos por delante, sobre todo los vinculados con el control de la propagación del coronavirus y con la reactivación de una economía en franco deterioro.
En efecto, en un escenario de disminución de los ingresos tributarios, pérdidas masivas de empleos, quiebras de empresas, caída del producto interno bruto, entre otros factores, parecería cuesta arriba pensar que se pueda salir airoso, aun contando con la buena voluntad y las ejecutorias acertadas de las nuevas autoridades, una vez asuman este próximo 16 de agosto.
Es obvio que el reto prioritario al que se tendrá que enfrentar la nueva administración es la crisis sanitaria, lo cual no espera pues continúa creciendo el número de contagios, así como la cantidad de muertes por la pandemia. Sin embargo, el reto de la educación es casi igual de relevante que el de la salud, pues también afecta a millones de hogares y familias que tienen niños y niñas en edad escolar, muchos de estos considerados vulnerables por la situación de pobreza en la que viven. A esto se añade la gran cantidad de jóvenes NINIs (que ni estudian ni trabajan) que hoy están siendo empujados hacia un mayor nivel de marginalidad, con una velocidad que espanta.
El panorama es complejo, pero más lo son las opciones que se tienen. Abrir la economía no parece aún una alternativa viable con una población que, a pesar de toda la información que se bombardea diariamente, no responde a las medidas de distanciamiento físico y social y, por el contrario, actúa en sentido adverso. Esto, obviamente, plantea un serio dilema para las autoridades entrantes que, según las señales que están enviando, tienen un marcado interés en realmente realizar un verdadero cambio en la gestión de la cosa pública, pero no tiene muchas alternativas, por lo menos en el corto plazo. En ese mismo orden, el problema es que muchos negocios desaparecieron o están en proceso de hacerlo, en tanto otros pocos hacen malabares para permanecer en el mercado.
La mayoría de estas empresas son micro, pequeñas y medianas, las más grandes generadoras de empleo y fuertes contribuyentes a la formación del producto interno bruto, pero que también son vulnerables y requieren del apoyo estatal para salir a flote. Las medidas aplicadas hasta el momento por el gobierno saliente, no parecen haber sido suficientes, ni en cantidad ni profundidad para estimular la demanda y, al mismo tiempo, fomentar la oferta, lo que quiere decir que el mercado no ha dado muestras de recuperación a partir de tales medidas. Aquí hay otro reto para las autoridades entrantes, las cuales deben entender que la recuperación de la economía debería empezar por el rescate de las Mipymes.
En el caso de la educación, el panorama resulta mucho más sombrío, a pesar de la cháchara. En estos momentos, la palabra calidad de la enseñanza forma parte de lo que el viento se está llevando, y más bien se debería estar hablando de cómo sobrevivimos a esta situación. Cientos de miles de niños, niñas y adolescentes verán seriamente retrasado su aprendizaje por causa de la pandemia, lo que quizás implicaría un volver al pasado a pesar de los objetivos y metas que se trazaron a partir del Pacto por la Educación y la Revolución Educativa. Igual camino están teniendo los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), cuyo logro también se verán retrasados, lo mismo que las aspiraciones que se tenían con la implementación de la Estrategia Nacional de Desarrollo.
Un dilema fundamental en este momento con el sistema educativo, es si iniciar el año escolar de manera semi-presencial, y la otra parte virtual, o si, por el contrario, convendría una posposición hasta que vengan mejores tiempos, con la vacuna del coronavirus incluida. Años de alta inversión en el sector educativo se han ido por la borda, pues las aulas y escuelas que construimos, en la actual Pandemia no están sirviendo para nada, lo que también habla del cuento que todos nos creímos de que habíamos avanzado en términos de uso de la tecnología, y que formábamos parte de la sociedad del conocimiento. Cuántas mentiras nos hemos creído históricamente.
Pero lo anterior es solamente una parte, la otra está en la educación superior, que casi no se menciona pero que también tiene sus complejidades. Miles de jóvenes buscando una profesión han tenido que abandonar, no solo las aulas, sino también los centros educativos de ese nivel, pues la crisis económica empuja a priorizar el gasto y, créanme, para una familia de clase medida hacia abajo la educación no es la prioridad en estas circunstancias. No he querido preguntar, porque tampoco quiero saber, sobre la difícil situación que tienen que estar pasando los más de 200,000 estudiantes de la universidad autónoma de santo domingo, con las carencias y limitaciones que siempre han tenido para su aprendizaje profesional, pero que ahora se complica pues no veo la forma de gestionar tal cantidad de estudiantes de forma virtual, en un centro caracterizado por una pesada burocracia y procesos inducidamente lentos.
Sin embargo, la que más me preocupa es la educación técnica, comúnmente minimizada y poco atendida por los gobiernos de turno, pues casi siempre se le dejaba todo al sector privado, como si la formación de miles de jóvenes en habilidades técnicas y oficios, no fuera también provechosa para el Estado y, por ende, para toda la sociedad. Me pregunto, en dónde se están formando los cientos de jóvenes y adultos cuya formación la hacían de manera presencial a través de los Centros Operativos del Sistema (COS)?; ¿cuántos de estos han podido continuar operando?; ¿cuáles profesiones técnicas están impulsando?; ¿con qué calidad? Todas estas son preguntas que podrían quedar sin respuestas en este momento, pero que son válidas y que permiten establecer la necesidad de transformar, hacia futuro, la educación técnica y la formación profesional.
En este artículo no tengo todo el espacio para enumerar y detallar las múltiples bondades de impulsar, aun en medio de la pandemia, el subsistema de educación técnica y formación profesional, el mismo que permitió a los alemanes alcanzar la más alta productividad a nivel mundial, y el mismo que también ha permitido el desarrollo de la mayoría de los países de la Unión Europea. Tal vez, Luis Abinader, presidente electo de la República Dominicana, no necesariamente se deba casar con la educación técnica durante los próximos años, ya que sabemos la gran cantidad de compromisos sectoriales que existen y la cantidad de problemas que hay que enfrentar, pero creo que le convendría tener unos amoritos con ese nivel de la educación, y ya vera que tendrá como resultado, miles de jóvenes que adquirirán capacidades, aprenderán técnicas, oficios y habilidades que, no solo los sacarán de la situación de vulnerabilidad bajo la cual se encuentran, sino que le propiciará ingresos de los cuales hoy carecen, pero que necesitan con carácter de urgencia.