La economía global está en un trance incómodo. Todas las proyecciones se han caído a raíz de las consecuencias que está teniendo el coronavirus covid-19 sobre los sectores productivos. El crecimiento global está montado en una pendiente. ¿Estamos en presencia del famoso Cisne Negro de Nassim Taleb?
Para ilustrar un poco, se trata de una teoría que explica (o trata de explicar) un acontecimiento inesperado, de gran impacto económico y que, una vez pasó, se analiza por retrospección, dando la impresión de que se sabía que iba a suceder.
Nadie pensó que un caso aparecido o surgido en una provincia china iba a poner en ascuas a la economía global, que llevaría la cotización del petróleo a cerca de US$30.00 el barril, que se impondría una cuarentena en algunos de los principales países y que se prohibirían los vuelos transatlánticos entre países tan importantes como Estados Unidos y varios de la Unión Europea.
Algo bueno habrá de suceder luego de todo esto. Luego de la Gran Depresión de 1929, cuyos efectos duraron alrededor de una década, hubo un período de bonanza y locura del desarrollo. Años antes, en la década de los 20, Estados Unidos experimentó todo un auge en su mercado luego de finalizada la Primera Guerra Mundial.
Habrá que montarse en la ola de los optimistas, pues luego de esta situación es necesario esperar algo positivo.
En circunstancias como las actuales es que se pone a prueba la capacidad de los pensadores y economistas, de los que planifican el futuro y de los que tienen el poder de tomar las decisiones.
República Dominicana, en lo que compete al precio del petróleo, se está beneficiando en el corto plazo, pero es necesario entender que será peor en la medida que las demás economías se cierren y no envíen turistas ni generen las remesas que llegan cada año. Póngase a pensar en el encadenamiento productivo que se genera a partir de la actividad turística y de zonas francas, pero que ahora está “en veremos”.
No hay duda: estamos en medio de un Cisne Negro y sus consecuencias están por verse.