[dropcap]E[/dropcap]l presidente Danilo Medina lo ha dicho con claridad meridiana: Ha llegado el momento de que reactivemos nuestra diplomacia y de que elevemos e impulsemos la imagen del país ante la comunidad internacional. ¿Cuántos de los que estuvieron en el acto de apertura del Foro de la Diplomacia Dominicana están consciente de su papel y lo tomarán en serio? Eso no se sabe.
Este foro deberá servir para algo. Por lo menos, y es lo que creemos en elDinero, deberá servir para despertar a quienes se creían que el servicio diplomático está sólo para decirse y sentirse embajadores o cónsules, andar en vehículos con derechos especiales y para tomar vinos en elegantes recepciones. El Presidente está buscando que eso cambie no sólo en la percepción de la gente, sino en la realidad misma.
Aquí el único problema o inconveniente es que este plan que lanza la Cancillería y el gobierno se está apoyando en diplomáticos que en la mayoría de los casos han demostrado que no tienen bien conciencia de sus responsabilidades. Ni siquiera han tomado en cuenta que una de las principales promesas de realizaciones de Medina fue la de transformar el servicio exterior dominicano en verdaderos representantes de país, que se encargaran de vender las bondades de esta tierra para la inversión extranjera. Esto no ha sucedido.
La revelación del ministro de Relaciones Exteriores (Mirex), Andrés Navarro, de que esa institución destina cerca de US$2.6 millones (RD$115 millones) cada mes para el pago de personal del servicio exterior que no trabaja, resulta olímpicamente preocupante y nos dice hasta qué punto nuestra diplomacia servía sólo como cajón de botellas.
La buena noticia es que el nuevo ministro de Relaciones Exteriores, según sus revelaciones, está poniendo la casa en orden. Ya ha eliminado alrededor de 1,000 “puestos” sin funciones, lo que supone un ahorro mensual de RD$20 millones.
Las esperanzas están puestas en que esta señal que envía el Presidente sea tomada en cuenta y que los resultados comiencen a verse. Los dominicanos esperamos que una vez regresen a sus respectivos lugares de trabajo, nuestros diplomáticos comiencen a trabajar de verdad; hagan los contactos de negocios y con potenciales inversionistas. República Dominicana estará muy agradecida de saber que cuenta con hombres y mujeres que consideran esa oportunidad de servirle a la patria como un honor y un privilegio que debe traducirse en resultados tangibles.
Sabemos que hay muchos de nuestros embajadores que están al frente de una delegación diplomática porque hubo compromisos políticos asumidos con determinados partidos o personajes que “se la jugaron” en la contiendan electoral. Sin embargo, el hecho de haber sido colocados en puestos tan dignos como lo es representar a nuestro país debe ser tomado con seriedad y responsabilidad.
Ya que prácticamente pasaron dos años de gobierno y no se vieron los resultados, esperamos que ahora aprovechemos el tiempo en su máximo potencial. República Dominicana, que ahora tendrá a un gran competidor en el Caribe, como Cuba, necesita de diplomáticos conscientes de su papel ante los ciudadanos, especialmente frente a los empresarios que generan bienestar y frente a un gobierno que confió en su capacidad de gestionar inversiones.
La suerte está echada, como decía Joaquín Balaguer en tiempos de campaña; ahora resta esperar los resultados.