[dropcap]P[/dropcap]ara conducir por las calles de la capital dominicana, aunque de los locos al volante ninguna otra ciudad se escapa, hay que salir confesado, armado de paciencia y haberse tragado una dosis doble o triple de educación. Es recomendable rezar dos o tres Padres Nuestros.
Y lo mejor es dejar pasar. Si usted es un ciudadano común, o sea, no es agente de tránsito, quédese tranquilo y échese a un lado cuando vea a uno de estos locos, aunque por lo general aparecen en cada esquina y tramo de cualquier avenida.
Lo que molesta es que los agentes de tránsito, que muy seguro ni siquiera habrán leído el título de la nueva Ley de Tránsito, se queden como si nada pasara.
Es entendible que la capacidad de asombro de los ciudadanos haya desparecido porque las infracciones y temeridad con que se maneja en este país son comunes. Sin embargo, lo que no es justo es que producto del irrespeto y la falta de consecuencia, sigan muriendo dominicanos.