[dropcap]N[/dropcap]ingún citadino que sienta nostalgia por saborear uno de los coconetes de melao y miel que hornea Elpidio Peña tiene que desplazarse 145 kilómetros hasta Moca; o más de 28 a San Cristóbal si quiere sentir deshacerse en su boca un roquete de guáyiga de los de El Mellizo.
Desde hace dos décadas Carlos Guillermo Estrella Rosario se dio cuenta de la rentabilidad de acudir a pueblos distantes para traer a la ciudad sabores que, por su singularidad, identifican distintos puntos geográficos del país y afianzan tradiciones culinarias particulares de los dominicanos.
Siguiendo ese criterio, y después de trabajar como vendedor en Papelería Industrial Dominicana y de ser propietario de cuatro discotecas en la Zona Colonial, fundó “Cosas del País”, un negocio modesto que echó fuertes raíces como marca reconocida entre los dominicanos de aquí y el exterior.
“Yo tuve cuatro discotecas: Íntimo, Añoranzas, Recuerdos y Sueños. Estaban ubicadas entre la Eugenio María de Hostos y la Santomé, en la Zona Colonial; pero soy muy dado a que cuando las cosas empiezan a salir mal, las quito”, cuenta.
Padre de cinco hijos, al salir del negocio del entretenimiento sintió la necesidad de emprender otros horizontes para sobrevivir. “Como fui vendedor durante 32 años en la Papelería Industrial, me di cuenta de que en la capital no había un sitio pequeño que aglutinara todas las cosas buenas de República Dominicana”.
Vino a vivir a la capital a los 27 años y ahora tiene 63. Siempre se inclinó por los negocios, algo que heredó de su padre Guillermo Estrella, un comerciante y pelotero profesional “de la era romántica del béisbol” que jugó con los equipos Licey y Escogido, y de su madre, Victoria Argentina Rosario, fundadora de “Buenos Aire”, la primera librería de Moca.
“Somos cinco hermanos de padre y madre. Tuve la suerte de que, yo siempre he dicho que a uno lo guían desde arriba (Dios), un día venía para la capital y me paré frente a los bambúes, ahí en Villa Altagracia, y le dije a mi compañera de entonces: ‘escribe Cosas del País’; y me dijo: ‘ya vas a inventar una vaina tuya’; porque como yo tenía la discoteca “Sueños”, ella entendía que yo no debí haber hecho más nada. Yo dije: ‘escríbelo, porque si avanzamos dos o tres kilómetros la idea se me va’”.
Para aprovechar ese destello abrió Cosas del País en la calle Padre Billini esquina Santomé. Luego, se trasladó a la Gracita Álvarez durante dos años, antes de pasar a ocupar un local de Plaza Naco, un centro comercial que estaba de moda en la época y que le sirvió para catapultar el negocio.
“Cosas del País surgió en 1989. Todo sucedió tan inspirado de la providencia de Dios, porque tuve esa iluminación en la autopista Duarte de poder crear un nombre y un negocio que ha llegado al corazón del pueblo dominicano y a parte de los turistas que nos visitan”.
La motivación le surgió por sentimientos y recuerdos de su niñez. “Teniendo 9 años de edad mi papá me llevó a El Seibo y allí me tomé mi primer mabí. Cuando abrí la tiendecita, en la Zona Colonial, mi primer viaje lo hice a El Seibo a comprar mis primeras 10 cajas de mabí”, dice.
“Cuando informé a un amigo que me iba a mudar para el ensanche Naco me dijo: ‘pero tú no tienes dinero para pagar esa renta’, porque eran 14,000 pesos en esa época. Pero, le dije: ‘el problema de aquí, es que no hay parqueos’. Tuve esa visión, a Dios las gracias, y ahí duramos 14 años…”.
De alguna forma, la construcción de las grandes plazas comerciales de la ciudad impactaron la fluidez de la clientela de la plaza Naco. Esto, y dificultades que surgieron con el tiempo por el control de acceso y los parqueos, llevaron a Estrella Rosario a trasladar el negocio que ahora opera desde un local ubicado en el Supermercado Nacional de la avenida 27 de Febrero esquina Abraham Lincoln, en la zona céntrica de la capital.
“Tuve la suerte de que el Grupo CCN (Centro Cuesta Nacional) fue y me ofreció el local de aquí y otro en el Supermercado Nacional de la Tiradentes”.
Aunque mantuvo el negocio abierto durante cinco años en el supermercado de la Tiradentes, lo cerró por entender que el lugar era inapropiado debido, según plantea, a la dificultad del acceso y a la falta de visibilidad del local que ocupaba.
Romántico
El negocio tuvo un gran impulso desinteresado cuando el conductor y productor de televisión Freddy Beras Goico se interesó en la tienda y le abrió un espacio gratis y permanente en El Gordo de la Semana y todos los lunes en la sección La Cocina, de Con Freddy y Punto.
Tanto acercamiento tuvo con el comunicador y comediante que hoy vende lo que los clientes llaman “El puerco de Freddy”, un cerdo al horno relleno de carne de chivo y moro de habichuelas negras o guandules que trae desde Tamboril, Moca.
Agradecido por siempre, en época navideña visita el lugar donde reposan los restos de Beras Goico en el cementerio Puerta del Cielo, en Santo Domingo Norte. “Le dejo dos teleras sobre su tumba porque a él le gustaban para diciembre; decía que cuando él se ensuciaba la boca de grasa, la telera le servía de servilleta, que era lo mejor que podía comer”.
“Me dio un apoyo incondicional; él soñaba con tener un Cosas del País, porque a él le gustaba”. “Este es -dice- un negocio romántico; tú no puedes almacenar y en el almacenamiento es que está la fluctuación de si tú ganas o no ganas”.
Argumenta que si una tienda de televisores puede comprar una liquidación de ese electrodoméstico en Japón y guardarla puede obtener grandes beneficios. “Pero yo no puedo guardar 50 dulces para esperar a que suban de precio. No puedo guardar 10 cajas de mabí de El Seibo dizque para reserva, porque va a haber escasez de mabí el mes que viene…”.
Pese a ese tipo de dificultades y a que algunos supermercados empezaron a vender una amplia gama de productos típicos en los últimos años, su negocio se mantiene por el trato personalizado al cliente y por el privilegio de contar con una valiosa y exclusiva cadena de suplidores. “Yo tengo alrededor de 650 familias que viven de Cosas del País…, que viven, de Cosas del País”, enfatiza.
Está consciente del valioso aporte que hace a la cultura culinaria. “No cuento mucho con los jóvenes, a los jóvenes los tienen las grandes cadenas: McDonald’s, Burger King… están dominados por esa cultura”.
Lamenta que ningún gobierno se preocupe porque los maestros naturales de los pueblos enseñen a las nuevas generaciones a fabricar productos como el roquete de El Mellizo de San Cristóbal o el “tocino de chivo” de la Línea Noroeste.
En ese contexto, señala que si el Estado sigue indiferente ante esas tradiciones culinarias a los negocios como el suyo que surjan en el futuro habrá que nombrarlos “Lo que Queda del País”.
Herederos
El trabajo constante llevó Carlos Guillermo a fomentar una clientela y, con el tiempo se dio cuenta que había creado una nueva franquicia criolla. Ahora, dos de sus cincos hijos, Fátima y Guillermo Antonio, siguen sus pasos con locales propios de Cosas del País, ubicados en Ágora Mall y el Supermercado Nacional de la avenida José Núñez de Cáceres.
Guillermo Antonio, de 41 años de edad, cuenta que empezó a estudiar Administración y luego Mercadeo en la Universidad Católica Santo Domingo (UCSD), pero después de contraer matrimonio muy joven decidió dedicarse a vender prendas. Cuando el negocio se le dificultó con el aumento del dólar decidió seguir los pasos de su progenitor.
“Aprendí el negocio de Cosas del País andando con él (con su padre). Siempre fui el que estuvo al lado de él en todos lo negocios, en las discotecas. Hace cuatro años que tengo el negocio de El Nacional de la Núñez de Cáceres, me gusta el área del servicio al cliente, atender a la gente, que la gente se sienta bien, me gusta ver a la gente comer”.
Explica con orgullo que desde su negocio empezó a traer la tradicional batata asada de Villa Altagracia. “Comencé con 20 libras al día y ahora voy por 300 libras diarias”. Se trata, dice, de un vívere demandado mucho por jóvenes que acuden a los gimnasios de la zona y que son apasionados del fisicoculturismo. Lo consumen como un carbohidrato natural que ayuda a fortalecer la musculatura.
“Ahora vendemos la libra a 65 pesos. Vendemos calidad, pero si un producto sale dañado lo cambiamos de una vez”, apunta Guillermo Antonio, quien, al igual que su padre, se desplaza cada semana a distintas zonas del país en un vehículo de doble tracción para traer diversos productos a su tienda.
Cerdo asado
“Yo traigo, desde hace 17 años, un sólo tipo de cerdo que me lo asa un hombre en Tamboril”, dice el fundador de Cosas del País. “La gente, a partir del 17 de diciembre empieza a anotarse. Yo tengo en mi cuaderno anotado ahora mismo tres entregas para el 17 y, desde el día primero he entregado más de 45 cerdos asados a los hoteles principales de la capital”, cuenta.
“Para diciembre, para el 24, traigo 37 cerdos, dentro de mi vehículo, sin aire acondicionado. Listos, horneados de ese mismo día para comerse esa noche”, dice. “Me voy el 23, amanezco en Santiago, y a las 4:00 de la mañana ya yo estoy cargando el jeep”, añade.
“Los chefs se han llegado a convencer de que ellos poner piernas de cerdos o cerdos enteros asados dentro de su propios negocios no les resulta rentable. Primero, van a inventar, y después ellos no tienen la facilidad de asar un cerdo en una puya a madera”, dice.
Además, sostiene que los restaurantes tendrían que traer a un asador desde su pueblo de origen, hospedarlo, buscarle comida, transporte, comprarle los cerdos y prepararlos.
“Ese lío ellos no lo quieren, ellos quieren una cosa segura. Que sea buena, de primera calidad, Entonces, ahí entro yo y Cosas del País”.
Vocación
“Aquí viene gente a decirme que este es el negocio que han soñado, el negocio que quieren poner”, resalta Carlos Estrella.
Explica que pregunta a los interesados: “¿si llueve, a las 5:00 de la mañana usted sale de su casa?, ¿si hay que coger una carretera que tenga lodos, si hay que cruzar un río y que el río crece y usted se queda del otro lado a amanecer dos días, usted lo haría?”. Cuando responden que no les recomienda: “pues no lo ponga”. “Este es un negocio que solo una persona amante de la naturaleza, del campo, de tener contacto con la gente, puede tener”, dice.
“Me siento con la gente (suplidores) y si no tienen gas lo voy a comprar, y a veces tengo que darle dinero por adelantado”.
Atractivos para clientes apegados a la nostalgia
Dulces. El fundador de Cosas del País vende arepas dulces y saladas de Baní. “No ombe, la de Jarabacoa no es arepa”, asegura, aunque con marcado respeto por los que disfrutan de ese producto en el poblado montañoso. También vende pan de batata y dulces de Baní. Otros puntos de los que trae dulces son Moca y Gaspar Hernández. Asimismo, de El Seibo y Constanza, tierras de dos legendarias dulceras: Tula y Doña Benza.
Coconetes y pasteles. Carlos Estrella pregona maravillas de los cococonetes de Moca que oferta al público. También, del queso de hoja de Nagua y Gaspar Hernández; el hojaldre y los roquetes de San Cristóbal y los pasteles en hojas (“no, no, no, ni de San Cristóbal ni de San Pedro de Macorís, me los hacen las mocanas, son pasteles en hojas a los que tú no tienes que ponerles kétchup ni mayonesa”).
Exclusividad. “Hay 15 o 20 productos que ninguna de las otras sucursales (de sus hijos) los tienen; la gente tiene que venir a comprarlos aquí, a la 27 de Febrero”, dice Carlos Estrella. En ese contexto cita el “Cerdo de Freddy”, un lechón en puya con chivo y moro dentro. Se siente orgulloso de que su hijo, Guillermo Antonio, ya está trayendo ese tipo de cerdo a su negocio de la avenida Núñez de Cáceres.