[dropcap]L[/dropcap]a Asociación Dominicana de Rehabilitación (ADR) necesita caminar bien, correctamente, erguida, sin dificultades ni contratiempos; urge de un mayor presupuesto para continuar, como lo ha venido haciendo por más de 53 años, con la labor más sublime que un ser humano pueda hacer: ayudar al prójimo.
En Rehabilitación, como la conoce el país entero, no hacen falta ganas, deseos, entrega, sensibilidad humana, solidaridad, profesionalidad, honestidad ni humildad; no, nada de eso. De lo único que carece esta institución, convertida en un símbolo de tenacidad y servicio social, es de recursos suficientes para atender la alta y creciente demanda de pacientes que llegan desde todos los rincones del país con los bolsillos vacíos y familiares con dificultades de toda índole.
Mary Pérez de Marranzini, fundadora de esta institución, hace magia con los exiguos recursos que recibe del Estado. Si no fuera por la solidaridad de instituciones públicas y privadas, así como de empresas con altísima sensibilidad, Rehabilitación no pudiera caminar, aunque sea en medio de dificultades económicas.
Para tener una idea de las precariedades presupuestarias en que se desenvuelve, en las que realiza su labor humanitaria, el Gobierno apenas le entrega RD$67 millones al año, a pesar de que necesita, como mínimo, RD$900 millones para impulsar e implementar todos los programas de ayuda que realiza.
Sin quizá, y eso podría afirmarlo el más escéptico de los dominicanos, Rehabilitación no sólo es la institución más reconocida por su labor solidaria, sino que su transparencia está respaldada por la pulcritud con que se manejan los pocos recursos que recibe. Sus informes financieros están al día y son de conocimiento público.
Es la institución a la que más le rinde el dinero, partiendo de la pírrica cantidad que recibe. Los centros de atención que mantiene abiertos en prácticamente todo el país (29 para ser exactos) reciben cada día a más personas con dificultades motoras y otras necesidades de salud física y mental.
¿Por qué no destinar más recursos a Rehabilitación y a otras entidades que sí realizan una labor que beneficia directamente al ser humano, contrario a otras cuyos recursos sólo van a engordar el patrimonio personal de funcionarios? Ahora que el concepto de “calidad del gasto” está de moda, sin tener que recordar cuáles y dónde están aquellas entidades públicas que no rinden una labor útil al Estado, es menester tomar en cuenta a quiénes han asumido el compromiso de aportar al país.
La Asociación Dominicana de Rehabilitación, y hay que volver a mencionar su nombre por completo, es un monumento a la sensibilidad humana. Por suerte, a pesar de la crisis de recursos que amenaza su sostenibilidad, la pureza de los seres humanos que la conforman es la mejor cara de presentación y garantía para que empresas comprometidas mantengan su apoyo a esta loable labor.
El Gobierno conoce y reconoce lo que necesita Rehabilitación. La voluntad es lo que ha escaseado.
La alegría y satisfacción que muestran los rostros de quienes acuden en busca de ayuda se convierte en un motor de impulso para seguir. Con un mejor presupuesto habrá rostros más felices.