[dropcap]U[/dropcap]na cosa es el discurso moralista y otra es la realidad. Si queremos que el mercado funcione de manera perfecta, o sea, que sea el juego de la oferta y la demanda el que establezca las reglas, entonces debemos permitir que ProCompetencia funcione.
De nada vale que nos gastemos millones de pesos en mantener una “estructura pantalla” para complacer estándares y peticiones internacionales, si a lo interno no es útil. ¿A caso nos sobra el dinero? Los números dicen que no, que mejor “vivimos” en un déficit permanente y que le debemos a “titiri mundati”.
Soy de los que piensa que ProCompetencia, si es para que no sirva para nada y sólo sea un elefante (el color no importa), debe ser cerrada. No nos podemos dar el lujo de tener “una cosa” por tenerla. Habrá que preguntarse para qué.
Estoy seguro que la nueva presidenta de la institución tiene las mejores intenciones. Sé de su idoneidad y capacidad de trabajo. Hay que esperar que la dejen trabajar, que le den las herramientas para que actúe sin “caritas”. Por supuesto, esto habrá que verlo en los hechos, en los resultados.
¿Hay problemas de competencia en determinados sectores? ¿No se hizo un estudio que lo demostró? ¿Por qué descalificar una investigación seria encargada por esta institución? ¿Creemos en la continuidad del Estado o en engavetar todo lo que hizo el anterior?
El diputado Fidelio Despradel tiene razón al solicitar la comparecencia ante la Cámara Baja de los integrantes de ProCompetencia.
Esto, bajo ninguna razón, debe verse como una afrenta o una acción de “gadejo”. La libre competencia beneficia a todos y quizá muchísimo más a quienes les ponen la cáscara de guineo al tema. El legislador no habla por hablar, lo hace basándose en los recientes informes que revelan prácticas desleales de comercio.
¿A qué se le puede temer? ¿A la verdad? ¿Se le puede temer al mercado perfecto? ¿Realmente creemos en la libre competencia? ¿En qué creemos? Los resultados son los que hablarán. Esperemos.