[dropcap]E[/dropcap]n las calles de la capital dominicana (bueno, en todo el país) no es raro encontrar vehículos que parecen más una chimenea de inicios de la Era Industrial, cuando no había conciencia de cómo y por qué proteger el medio ambiente, que un medio de transporte moderno, respetuoso de las normas de salud ambiental.
Y lo peor: sus dueños no parece importarles y las autoridades, por ignorancia o por no meterse en lo que sí les compete, permiten que estos cacharros transiten. Los efectos, y no está demás decirlo cuantas veces sea necesario, están demostrados.
La salud de los seres humanos, por supuesto, es la más perjudicada.
Si bien el Estado tiene prohibido la importación de vehículos de más de cinco años, internamente hay una falta de autoridad mayúscula y una “cualquierización” en el proceso de revisión anual de las condiciones físicas del vehículo.
La famosa revista no es más que un ridículo impuesto que en nada aporta al país.