Una de las estrategias comúnmente utilizadas para la reducción de la pobreza en América Latina y el Caribe es el impulso a la creación de microempresas y al desarrollo del autoempleo, especialmente para jóvenes que han aprendido una habilidad técnica.
En el caso de la promoción y fomento a la generación de microempresas casi siempre esto va de la mano con los objetivos gubernamentales de generación de empleo, para lo cual es común que se diseñen proyectos cuya orientación ataca áreas que se consideran fundamentales para la permanencia de estas unidades productivas.
Muchos de estos proyectos, sin embargo, no son duraderos o no cuentan con los recursos suficientes como para atender las necesidades y demandas propias de la vulnerabilidad que caracteriza a las microempresas.
En lo relativo al impulso al autoempleo, cuyo concepto está referido a la utilización de las capacidades y conocimientos aprendidos, para el establecimiento de una oferta de servicios cuyo fin último es la generación de ingresos. Para esto, también, se han establecido mecanismos que procuran darle sostenibilidad a este tipo de iniciativa, sobre todo en un contexto en donde el desempleo es una Espada de Damocles que pende sobre la cabeza de muchos jóvenes emprendedores latinoamericanos.
Pero dado que los programas gubernamentales que se implementan, para cualquiera de los casos referidos, son restringidos financieramente y/o no son sostenibles en el tiempo, se ha generado el mecanismo del microcrédito, con la consecuente aparición, evolución y desarrollo de entidades de microfinanzas, cuyo rol e incidencia en la reducción de la pobreza, no ha sido medido de manera justa.
De hecho, la permanencia de una gran cantidad de microempresas se ha debido, entre otras cosas, a la existencia de cooperativas de ahorro y crédito cuyo nicho de mercado son las microempresas, tanto las de subsistencia como aquellas con potencial de expansión.
En República Dominicana, por ejemplo, existen importantes entidades dedicadas al microcrédito, que manejan y gestionan cuantiosos recursos, cuya labor ha impactado positivamente a sectores considerados pobres.
Una de estas entidades es la Red Dominicana de Microfinanzas, que atiende a 550,000 clientes y agrupa a unas 30 instituciones. De su lado, existen además las cooperativas de ahorro y crédito que, según datos recopilados, han acumulado una envidiable cartera de crédito de RD$83,000 millones. Sobre esto abundaremos la próxima semana.